Jalisco
Norman Foster en Guadalajara
La naturaleza del acercamiento a la arquitectura de Foster comunica un esencial entusiasmo por la construcción
El de Foster es uno de los despachos de arquitectura más importantes y más visibles del mundo. Desde su taller, que se asoma a las orillas del Támesis, en Londres, surgen una cantidad de proyectos destinados a muchas partes del planeta. Conviene transcribir algunas de las aseveraciones con que la firma presenta su trabajo en su sitio oficial de Internet: “Diseñamos a través del reto: haciendo las preguntas pertinentes.” “Trabajamos desde la escala del aeropuerto hasta la de la manija de una puerta.” “Nos guiamos por una sensibilidad a la cultura y al clima del lugar.” “Creemos que la calidad de nuestro entorno puede aumentar la calidad de nuestra vida.” “Trabajamos en 150 ciudades de más de 50 países.” “Nuestro equipo es joven y cosmopolita: juntos, hablamos 40 idiomas.” Estos asertos pintan algunas de las líneas que determinan las intenciones y la ejecutoria del despacho de Foster. La exposición en el Hospicio Cabañas, y la continuada visibilidad de su desempeño a través de las últimas décadas, hacen oportuno enunciar algunas reflexiones.
La naturaleza del acercamiento a la arquitectura de Foster comunica un esencial y muy agradecible entusiasmo por la construcción en su sentido más arquetípico. Tiene que ver con el impulso básico del ingenio del hombre ante los problemas elementales del acondicionamiento del espacio. La gran lección pudiera residir en la promoción permanente de una cierta mirada optimista e “inocente” que establece cada vez sus propias condiciones ante los problemas arquitectónicos en su sentido más amplio.
Es conocido el énfasis tecnológico con el que Foster trabaja, descendiente directo de la gran tradición industrial inglesa. Quizá lo más notable sea el que, a pesar del empleo de recursos técnicos sumamente avanzados o sofisticados, puede percibirse en su utilización –en los mejores casos– una subordinación de tales artilugios a la calidad misma de la intervención. Sobre todo, hay una consistente preocupación –más allá de modas y correcciones políticas– por la real sustentabilidad de las realizaciones.
Otro aspecto igualmente notable tiene que ver con su acercamiento al patrimonio edificado. Lejano del sentimentalismo tan socorrido en estos campos, Foster encara la relación con las herencias del pasado con drástica y a veces discutible claridad y con frecuentemente certera resolución.
La exposición da cuenta de la espectacular progresión de Foster, desde las ejecutorias relacionadas con piezas arquitectónicas aisladas hasta la concepción de ciudades completas (incluidas las manijas de las puertas). Este enfoque “heroico” y total recuerda oportunamente que el hacer del arquitecto, como quería Vitruvio, debe cimentarse en un oficio cumplido, responsable y minucioso, pero también en un vuelo cuya audacia permita ir ampliando las posibilidades de la vida.
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