Jalisco

No hay “buenisano” que aguante

Por: Paty Blue

Irremisiblemente, son gajes de la edad. Así que ya ni novedad me causa amanecer cada día con una nueva punzada, dolencia, achaque o estertor que me recuerden los años que distan desde el momento en que aterricé en el planeta. Si no es con los ojos hinchados, me levanto con un calambre en la pantorrilla; cuando no es un dolorcillo de cabeza zumbón, es una carraspera que me lacera la garganta. Ora es la agrura y mañana seguro llegará algún otro arrechucho; el caso es que no ve uno la hora en que la quincena le salga limpia y sin necesidad de escamotearle para pagarse los remedios. Qué se le va a hacer.

Por estos días, sin embargo, me sorprendió un padecimiento que no figuraba en mi historial. Una suerte de opresión ardorosa se me clavó en los entresijos, al punto de hacerme pegar de gritos silenciosos, toda vez que no iba yo a armar la escandalera frente a un grupo de alumnos, pero les juro que casi divisé la luz al final del túnel.

Salvada la coyuntura y una vez plantada frente al facultativo al que ocurrí más tarde, intenté describirle el entuerto que me sacó el mismo susto que provoca el nuevo régimen fiscal que pretenden imponer. El veredicto del galeno fue sumario: se trataba de una galopante gastritis, tal vez provocada por todos esos embutidos que no acostumbro, los vinos que no me tomo, las grasas que no me adjudico, los picantes a los que no le entro y la leche que ni siquiera pruebo.

¿Ha tenido usted alguna contrariedad reciente?, trató de indagar el médico cuando le aseguré que las delicias enunciadas no figuran entre mis hábitos, por lo que me vi obligada a hacer un examen de conciencia para localizar algún desaguisado que me hubiera alterado el proceso gastrointestinal. Y pues, fuera del entripado nocturno que consuetudinariamente me provoca el presidente pidiéndonos que hagamos un esfuerzo para salir adelante… o la indisposición estomacal que me entra con la pueril parsimonia de Carstens explicando los beneficios de un nuevo impuesto… o la reacción hepática que me desatan los anuncios del flamante dos por ciento… o la rabia contenida que me despiertan los regímenes fiscales especiales, en realidad no me ha pasado nada más significativo.

Pero todo eso no es motivo para contrariarse —me disculpé con el profesional— o, bueno, a no ser porque me indigesta que le quieran hincar el diente a mi Afore, dizque para infraestructura carretera, cuando paso las de Caín para ponerle gasolina al coche. O tal vez porque me revienta el buche que entreguen limosnas millonarias, que los funcionarios se adjudiquen bonos, que los sindicatos sólo vean sus intereses, que los partidos sólo negocien a sus conveniencias, que nuestro gobernador haga frecuente gala de su estulticia.

Lo más probable, concluí, es que ande yo un poquito agobiada porque muchos a mi alrededor han pescado el dengue, o porque a los cobradores bancarios les da por hablarme a las siete de la mañana para avisarme que mi vencimiento es dentro de dos días, o porque con el gasto habitual me alcanza para la mitad de lo que compraba antes. No hay buenisano que aguante tanto ¿o sí?

patyblue100@yahoo.com
    
    

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