Jalisco
Ni que fuera mole de olla
Mi perseverancia y fuerza de voluntad no fueron del todo convincentes para la vecina que me pidió el secreto para adelgazar
Qué bien nos fuera si todo en la vida estribara en pagar el mínimo precio, sin necesidad de invertirle algún esfuerzo. Locos de felicidad nos volveríamos si todo fuera cuestión de que una píldora, unos polvos milagrosos, alguna suerte de ungüento, un libro de superación o las estimulantes disertaciones de un calificado charlatán nos hicieran el trabajito de exorcizar a los chamucos que nos traen el cuerpo y el espíritu achicharrados.
Con el indudable respeto que siento hacia lo que cada quien estime mejor para su persona, así como a su decisión de volverse adicto o dependiente de las mágicas recetas existenciales para resolver sus broncas. Así que, cuando me limité a responder que lo único que hice fue bajarle a la intensidad con que solía engullirme cuanta butifarra se me atravesaba, y que tales medidas me habían beneficiando achicando las de mi vasto perímetro corporal, la vecina más tozuda que tengo simplemente no me creyó y quiso que le develara el ignoto e inexplorado secreto para aligerarme el peso.
No cabía, de ninguna manera, la posibilidad de que simplemente hubiera resuelto contener mis golosos embates consuetudinarios, sino que algo oscuro había en el proceso que no deseaba compartir con ella.
No saben cómo hubiera deseado confiarle que había desterrado las excedencias a punta de tallones con un benéfico embije, o que siguiendo las instrucciones de un anuncio televisivo, me había bastado embodegarme una cápsula con extractos de quién sabe qué yerbas, para que la lonja se hubiera desplazado para abultar algunos sectores superiores por delante e inferiores por detrás. Eran evidentes el desencanto y la contrariedad que le provocaban mis absurdas confesiones sobre la silvestre y única manera efectiva para adelgazar, dejando de entrarle con fe al carbohidrato.
No diré que podría empalidecer a una bien dotada fémina, ni que he llegado al peso ideal de una venerable dama de mi edad, pero ái la llevo y espero no volver a caer en las garras del aborrecible pecado de la gula (por lo menos, no tan seguido).
Pero a mi rolliza vecina, que en lo que va del año va perdiendo 10 a cero en sus reñidas y muy eventuales campañas contra los kilos de más, le pareció que la sola y rupestre fuerza de voluntad individual es apenas un menjunje adicional para aderezar un proceso que, de ninguna manera, se puede salvar sin la intervención de alguna fuerza astrológica, médica o estética. Allá ella, que conseguir un propósito sin doblegar los apetitos o sólo recurriendo a los inconscientes mercaderes de ilusiones, pues ni que fuera mole de olla.
patyblue100@yahoo.com
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