Jalisco

Moreira, culpas y promesas

Moreira Valdés se quejó de que no había reciprocidad entre lo que las Policías municipal y estatal hacían frente a los delitos federales

No tengo idea de cuándo decidió Humberto Moreira que quería y podía ser presidente nacional del PRI. Pero desde hace más de un año encontró que una buena veta discursiva por explotar para ganar adeptos estaba en la confrontación directa con el Presidente Felipe Calderón, y por ello se lanzó a cuestionar con severidad la lucha presidencial contra el crimen organizado.

A principios de enero de 2010, luego de una visita de Calderón a Coahuila, el Estado que gobernaba (es un decir) Moreira, éste se rebeló contra la propuesta de cooperación entre órdenes de Gobierno convocada desde Los Pinos. “De acuerdo a nuestras posibilidades vamos a ayudarle, pero no le vamos a dedicar ya a hacer el trabajo al Presidente, vamos a hacer lo que nos toca y el tiempo que tengamos libre se lo entregamos a él. Vamos a enfocarnos en los delitos del fuero común, que es lo que nos toca”.

Moreira Valdés se quejó de que no había reciprocidad entre lo que las Policías municipal y estatal hacían frente a los delitos federales, y lo que las corporaciones de este orden aportaban en el combate a la delincuencia común. “No quiero ver a un Presidente hablando de transparencia cuando él no asume la transparencia en muchas cosas, que nos diga, que no haya opacidad. Que nos diga echado para adelante cuánto dinero recoge de los estados y cuánto nos regresa (…) Nos da una miseria, una migaja, una burla, una ofensa: 20 centavos de cada peso, ¡señor Presidente, por favor!”.

Hablaba el mandatario coahuilense como si su gobierno fuera un ejemplo a seguir en el abatimiento en los índices delictivos, cuando todo mundo sabe que la Comarca Lagunera es, desde hace tiempo, una de las zonas más inseguras y en las que más se han enseñoreado los cárteles del crimen organizado.

No obstante esa irrebatible realidad, el nuevo dirigente partidista se comprometió a que en ese papel trabajará “para recuperar para el PRI la Presidencia de la República y para recuperar la tranquilidad para todos los mexicanos, la paz que se nos fue”. Estaba a unas horas de tomar las riendas del tricolor.

El viernes 4, Humberto Moreira cumplía el añejo ritual de su partido con acarreo, porras y cargada a favor del que todos suponen será su candidato presidencial. En Querétaro, muy ufano presumía lo que hará el tricolor, y en Saltillo, Coahuila, se vivió una jornada de terror ante la violencia que en plena calle dejó un saldo de siete presuntos sicarios muertos y siete policías heridos, según reportes periodísticos.

Es la misma Coahuila en la que Moreira, el nuevo líder del PRI, desafió al Presidente Calderón; la de las balaceras en las calles, en bares y restaurantes, ajusticiados y secuestrados que obligan a la suspensión de clases en distintas escuelas, el cierre de negocios y esparcen el temor entre la población civil que no sabe dónde está la autoridad estatal desde que el nuevo dirigente priista despachaba en Palacio de Gobierno. Coahuila, modelo a seguir sólo si se gobierna desde el cinismo.
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