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Existe una desvinculación entre la formación académico-universitaria y la vida laboral productiva

Cada vez se hace más indispensable unir la vida universitaria con la productiva. Entre mejor estén preparadas las nuevas generaciones para la adecuada vida laboral, mucho mejor deberá de ser su formación académica.

Hoy podemos decir que la mejor universidad es la que te prepara mejor para una vida laboral exitosa y productiva.

El drama más patético, que ya estamos sufriendo, es el desempleo; es decir, que la gente no encuentre dónde trabajar o simplemente ser despedidos porque ya no hay lugar para ellos. Y como esta tendencia sigue viento en popa, no debemos de promover la idea de que se estudia para tener un mejor trabajo o al menos encontrar uno.
Se estudia para saber, para conocer, para estar enterado de los avances que hay en las diversas ramas de las ciencias, pero actualmente eso no garantiza que se tenga una seguridad laboral.

En un estudio realizado con egresados de diversas universidades locales, se encontró que los más eficientes en el trabajo eran los que estaban dispuestos a aprender y a realizar actividades poli funcionales, es decir, a tener disponibilidad para hacer de todo y con buena actitud. En pocas palabras, a entrarle a una eficaz colaboración con el equipo de trabajo al que se pertenece. Y esto puede hacernos reflexionar si lo estamos fomentando en las universidades.

Las empresas están teniendo la dificultad de encontrar a los jóvenes idóneos para sus vacantes, y a su vez los egresados aplican a cuanta empresa encuentran y nunca los llaman. Simplemente no hay lugar para ellos.

¿Qué está pasando?

Pueden existir muchas explicaciones, pero me quedo con la más elemental: hay una desvinculación entre la formación académico-universitaria y la vida laboral productiva. Se ha generado una brecha entre ambas instancias y desde luego la comunicación no es suficiente ni oportuna. Lo que necesitan las instituciones que pagan, no es lo que hacen las universidades por lo que cobran.

Vale la pena reflexionar a fondo este tema, porque cada vez es más frecuente toparse con la desilusión de los jóvenes de no ver resultados laborales después de egresados. O acaban por hacer cualquier otra cosa, que no tiene que ver con sus carreras, o recibir míseros salarios, con tal de hacer lo que les gusta. O peor aún, meterse hasta de taxistas para ganarse la vida o de plano abrir un negocio de lonches para subsistir y acabar en el comercio, para lo que no se requiere mucha preparación académica.

De por sí, no todos los que quieren estudiar gratuitamente en una universidad pública encontrarán lugar, y las privadas cada vez son más caras e inaccesibles para la mayoría.

Urge que se reúnan los dirigentes universitarios con las cabezas del mundo laboral y productivo, y propongan nuevos esquemas de vinculación. Los que había, si es que llegaron a existir, ya se agotaron.

De no hacer algo, el desempleo, la frustración y la improductividad pronto nos arrastrarán a problemas que ahora todavía podemos prevenir.

Manos a la obra.
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