Jalisco
—Luz roja
Quienes cobran por gobernar, tropezaron, por enésima vez, con la misma piedra
De nuevo —por enésima vez, para ser exactos— el contraste: del triunfalismo “a priori” de las declaraciones oficiales... a la maldita realidad. Del tono jactancioso con que hace unas semanas la autoridad municipal, en Guadalajara, anunciaba que la construcción del puente vehicular en el cruce de las avenidas Circunvalación y Ávila Camacho comenzaría “a mediados de enero”, a las manifestaciones de inconformidad de los hipotéticos beneficiarios inmediatos de la obra...
—II—
A la vista de las pancartas (ninguna a favor; todas en contra) que los vecinos comenzaron a colocar desde el día siguiente a que se hiciera el anuncio, y de la evidente desinformación acerca del costo en contratiempos y el beneficio en comodidades que supuestamente dejaría la obra, más el antecedente de la fallida “ideota” del túnel vehicular de la Avenida Vallarta, bajo la Glorieta Minerva, se antoja casi imposible (o sin el “casi”) que la obra pueda iniciarse en la fecha prevista... y poco probable —por decir lo menos— que vaya a culminar exitosamente.
Por una parte, quienes cobran por gobernar como si supieran (gobernar: no cobrar...), tropezaron, por enésima vez, con la misma piedra: incapaces de “socializar” el proyecto, de convencer de sus bondades a usuarios, comerciantes y vecinos de la zona, provocaron la oposición abierta de muchos de ellos. Por la otra, independientemente de que los posibles afectados tienen la opción jurídica de llevar su inconformidad hasta sus últimas consecuencias —y, por lo que se infiere, tanto la voluntad como los recursos económicos para hacerlo—, ahí están los mensajes explícitos en las pancartas: elocuentes testimonios, sobre todo, de la incompetencia de la autoridad para lograr consensos...
—III—
Ítem más, señor, están los cronogramas políticos. Al margen de que los técnicos concuerdan en que estas decisiones parecen tomarse sobre el escritorio de torpes burócratas y no sobre el restirador de criteriosos expertos; sin haberse ponderado ni discutido; sin haberse puesto en consideración de urbanistas y especialistas en movilidad; sin haberse sometido al veredicto de quienes van a sufrir o disfrutar las armas de dos filos que son, en todos los casos, estas “salidas de pie de banco”, está la premura de los gobernantes por anteponer, a los beneficios de la población, sus propios proyectos personales y de grupo... Y está, por sobre todas las cosas, el criterio supremo tanto de las ocasionales acciones como de las múltiples omisiones de los políticos: si algo da votos..., luz verde; si los resta..., luz roja.
—II—
A la vista de las pancartas (ninguna a favor; todas en contra) que los vecinos comenzaron a colocar desde el día siguiente a que se hiciera el anuncio, y de la evidente desinformación acerca del costo en contratiempos y el beneficio en comodidades que supuestamente dejaría la obra, más el antecedente de la fallida “ideota” del túnel vehicular de la Avenida Vallarta, bajo la Glorieta Minerva, se antoja casi imposible (o sin el “casi”) que la obra pueda iniciarse en la fecha prevista... y poco probable —por decir lo menos— que vaya a culminar exitosamente.
Por una parte, quienes cobran por gobernar como si supieran (gobernar: no cobrar...), tropezaron, por enésima vez, con la misma piedra: incapaces de “socializar” el proyecto, de convencer de sus bondades a usuarios, comerciantes y vecinos de la zona, provocaron la oposición abierta de muchos de ellos. Por la otra, independientemente de que los posibles afectados tienen la opción jurídica de llevar su inconformidad hasta sus últimas consecuencias —y, por lo que se infiere, tanto la voluntad como los recursos económicos para hacerlo—, ahí están los mensajes explícitos en las pancartas: elocuentes testimonios, sobre todo, de la incompetencia de la autoridad para lograr consensos...
—III—
Ítem más, señor, están los cronogramas políticos. Al margen de que los técnicos concuerdan en que estas decisiones parecen tomarse sobre el escritorio de torpes burócratas y no sobre el restirador de criteriosos expertos; sin haberse ponderado ni discutido; sin haberse puesto en consideración de urbanistas y especialistas en movilidad; sin haberse sometido al veredicto de quienes van a sufrir o disfrutar las armas de dos filos que son, en todos los casos, estas “salidas de pie de banco”, está la premura de los gobernantes por anteponer, a los beneficios de la población, sus propios proyectos personales y de grupo... Y está, por sobre todas las cosas, el criterio supremo tanto de las ocasionales acciones como de las múltiples omisiones de los políticos: si algo da votos..., luz verde; si los resta..., luz roja.
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