Jalisco

Los nisis laicos

De nada sirve edificar grandes pasos a desnivel y avenidas si no construimos los puentes entre la comunidad

En una de las múltiples intervenciones que le han aplicado a la Catedral Metropolitana, el arquitecto Ignacio Díaz Morales le gravó en el frontispicio una parte del salmo 126: “Nisi dominus aedificaverit domum in vanum lavoraverunt qui aedificant eam” (si el señor no edifica la casa, en vano trabajan quienes la construyen). Otra parte de este salmo está inscrita en el Palacio de Gobierno: “Nisi dominus custodierit civitatem fraustra vigilat qui custodit eam” (si el señor no custodia la ciudad, en vano vigilan los que la guardan). A esta última inscripción, cuenta la leyenda, le debemos la palabra qui-cus.

El ingeniero Juan Palomar, el de las dos calles paralelas que tanta confusión causan, mandó imprimir en cartulina ambos versículos del salmo, el primero con letra negra y marco rojo, y el segundo con letra roja y marco negro, y los repartió y popularizó entre los constructores. Los “nisis”, como les llaman coloquialmente los ingenieros a estos pergaminos, encontraron así un lugar en las paredes de varias casas tapatías. El sentido del salmo es que lo que hace la casa no son los muros, sino el espíritu de quien la habita. Era una forma de los ingenieros de decir la casa está terminada, está edificada, pero son quienes la habitan los que realmente van a construirla.

Algo muy similar podríamos decir de la ciudad. De nada sirve edificar grandes pasos a desnivel y avenidas si no construimos los puentes entre la comunidad. Los gobiernos, federal, estatal, municipal, siguen concentrando sus esfuerzos (y nuestro dinero) en hacer grandes proyectos de infraestructura, pero no le gastan un peso a construir comunidad. No hay uno solo de los grandes proyectos que no esté generando conflictos sociales. Llámese la Presa el Zapotillo, el puente atirantado, el viaducto Lázaro Cardenas, el que sea, todos tienen una característica en común: grupos opositores y enconos ciudadanos.

Los políticos, desde las alturas del poder, suelen atribuir todos los problemas a sus enemigos políticos.

En muchos casos tienen razón, pues nadie sabe mejor cómo piensa un político que otro político, pero nunca se les ocurre pensar que toda edificación tiene efectos sociales, y que eso que es una lata para los burócratas (manifestaciones, protestas, desplegados) no es otra cosa que construcción de ciudadanía.

Es decir, cada movimientos social, por pequeño y espurio que parezca, lo que está haciendo es generar capital social. No existen los movimientos sociales químicamente puros, pero cada uno deja semillas de ciudadanía.

El espíritu de la ciudad lo hacemos quienes la habitamos. Las mejores ciudades son las que tienen mejores ciudadanos. Dicho de otra manera, las que tienen infraestructura envidiable y mejor calidad de vida son aquellas donde los ciudadanos han hecho posible el desarrollo. Ahora sí que en una versión laica y bastante libre de los nisis podríamos decir que “si los ciudadanos no construimos la polis, en vano trabajan quienes la edifican”.
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