Jalisco

Los hechos evidencian a munícipes

Sin importar el color del partido político que representan, son contados los munícipes que podrán rendir buenas cuentas

En el curso de la semana se habrán de cumplir 100 días de que las 125 autoridades municipales en Jalisco tomaron las riendas de sus respectivas administraciones en medio de un ambiente festivo que hoy desapareció y muestra las debilidades de quienes las encabezan, sobre todo de cara a las elecciones de 2012, por las que ya muchos trabajan en un afán de continuar sus carreras políticas —y sobre todo, mantenerse en el presupuesto—.

Sin importar el color del partido político que representan, son contados los munícipes que podrán rendir buenas cuentas, aunque al parecer sólo a unos cuantos ciudadanos —entre ellos a los periodistas— les interesa saber que son más las penas sufridas, que las glorias alcanzadas, pues los hechos demuestran las debilidades de quienes mucho prometieron y poco han podido cumplir.

En términos generales se encuentran sin nada que presumir, con muchas quejas por como encontraron las respectivas administraciones, con un buen número de demandas laborales por enfrentar y toda una lista de acciones por ejecutar —si el presupuesto se los permite, claro está—, particularmente los de la Zona Metropolitana de Guadalajara saben a ciencia cierta que la ciudadanía espera más de ellos. Esperan ver consumadas las expectativas que forjaron durante sus campañas, lo cual será muy difícil de poder cumplir.

No obstante, el objetivo continúa siendo el mismo: continuar ascendiendo, fortalecer el poder, la influencia, multiplicar las utilidades y, si se puede... abonarle algo a una sociedad hambrienta de fe en la clase política, aquí sí, sin distingo de rangos, ya sean presidentes municipales, diputados —locales y federales—, gobernadores, senadores o presidente de la República, con todo y sus gabinetitos y gabinetotes, según sea el caso, tienen una deuda pendiente que data ya de varias décadas, por no decir que de toda una vida.

La gente necesita creer, volver a creer en la fantasía de un solucionador de problemas que con su “varita mágica” lo resuelve todo, y que para ello basta con asistir a una urna y depositar un voto. Y así continuará mientras no se logre consolidar una verdadera cultura de la democracia participativa y mientras los “políticos” no muestren una configuración diferente.

Desafortunadamente —para los que esperan todo fácil— la realidad es muy diferente, pues hoy es necesario que todos “pongamos manos a la obra”, si es que queremos salir adelante como comunidad, como sociedad y como nación. Cada quien desde su trinchera, cada uno en lo que sabe hacer o mejor le resulta.

Involucrarse en la solución de los múltiples problemas sociales es un imperativo —desde siempre— que hoy ya no se puede ni se debe soslayar. Exigir el cumplimiento de promesas sin realizar más esfuerzo que votar, es utopía.
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