Jalisco
Los balnearios reciben a los que se quedaron en Guadalajara
Cientos de tapatíos disfrutaron de los parques acuáticos en Semana Santa
Entrar en Viernes Santo a Río Caliente, en el Bosque de La Primavera, no es sencillo. Los visitantes aguantaron los filtros de seguridad al entrar, y cuando por fin llegaban, se acomodaban en las sombras libres para empezar a armar su día de campo.
Los madrugadores batallaron menos, en cambio, quienes llegaron después de mediodía esperaron a que salieran familias y así poder entrar, después de las indicaciones de los guardias.
La administración del lugar informó que hasta las 15:00 horas de ayer habían entrado más de mil 200 personas; en un fin de semana cualquiera ingresan alrededor de 300.
Juana Toledo Castillo sí llegó temprano. Acudió con su familia desde las colonias El Fresno y Echeverría. Dice que todos los años van, pues es el único día que sus familiares están libres y pueden divertirse juntos.
Sin mayor trámite, los niños y algunos adultos se metieron al agua, que estaba a una temperatura perfecta para el calor del día. Mientras, las mujeres preparaban la mesa para que cada quien se sirviera fruta, ceviche, papas con huevo, frijoles o toda la botana que quisieran.
“Trajimos hasta cafecito y pan porque aquí almorzamos y comemos. Aquí nos relajamos mucho, siempre procuramos quedarnos en Guadalajara y darnos la vuelta para acá”.
Puede decirse que Río Caliente es una “alberca natural”, por lo que no hay quien prohiba que se chapotee, meterse con cualquier short y camiseta, o que los niños entren sin pañal.
La familia de Ignacio Ramírez García, con alrededor de 20 integrantes, acudió por primera vez a Río Caliente. No sabían lo que les esperaba, y el resultado fue positivo, dijo Ignacio, quien piensa que este tipo de viajes refuerza la convivencia y libera del estrés laboral.
Mientras que en el balneario Las Tinajitas los niños fueron los más divertidos. Poco les importó que a las 15:00 horas el agua de las albercas –que inició transparente–, estuviera de un color grisáceo. Ni eso, ni las aglomeraciones dentro del agua, les borró la sonrisa a chicos y grandes.
El balneario olía a comida. El aroma a pescado dorado era perceptible para aquellos que entraban. La gente llevó carbón y preparó carne asada, pescado zarandeado, elotes.
La cerveza y el refresco no faltaron en las mesas que lucieron llenas en todo momento, con gente que se reponía del cansancio que deja estar en la alberca por horas. Comían y reposaban un rato; se dormían en cobijas que colocaron en el suelo.
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