Jalisco

Las batallas ganadas de la ciudad

LA CIUDAD Y LOS DÍAS

No terminan. Casi siempre son discretas y prolongadas. A veces son más puntuales y estridentes. Pero siempre hay varias. De ellas depende el buen éxito de la ciudad. En ellas está en juego la calidad de vida de los ciudadanos, la justicia y la sensatez urbanas.
Afortunadamente son incruentas, y hemos aprendido a dirimirlas –poco a poco- más o menos civilizadamente.

Los ejemplos son centenares, batallas grandes y chicas. Hay batallas que se perdieron: la de evitar que el centro quedara desfigurado con la ampliación de Juárez y 16 de Septiembre. Voces razonables dijeron entonces que no se debía pensar la ciudad para los coches. Fueron arrolladas. Otra fue la de dejar -en todos los casos posibles y prácticos- las calles con los magníficos empedrados de piedra de castilla que tanto frescor y satisfactoria absorción de lluvia permitían. Ganaron el chapopote y la necedad. (Ahora basta asomarse a la colonia Seattle o a la calle de Sao Paulo para entender lo perdido.) Otra fue la de establecer una red de colectores separada para las aguas pluviales y las sanitarias. Ganó la miopía. Otra más fue la de exigir a los desarrolladores que se construyeran los nuevos fraccionamientos con galerías integrales por donde se dispusieran todas las instalaciones (eléctricas, hidráulicas, sanitarias, de gas, etc.). Como sucede en París o muchas otras ciudades, con innumerables ventajas. Ganó la codicia mezclada con la miopía otra vez. Una más: la de la conservación de la Escuela de Música. Y así sucesivamente.

Pero hay muchas batallas ganadas. La de la democracia, que todo lo posibilita, que tanto tiempo no tuvimos, que ahora marcha a pesar de los pesares, que es esencial para obtener la ciudad que queremos. Que dura todos los días. La de miles de pequeñas medidas, de grandes proyectos, que hicieron de Guadalajara, por muchos años, una ciudad ejemplar. (El Consejo de Colaboración Municipal, que en realidad fueron cientos de miles ciudadanos conscientes, fue una extraordinaria herramienta para ello.) La de la Cruz de Plazas, que ahí está para su constatación cotidiana. La de las gentes que por generaciones han sabido mantener sus propiedades, sus banquetas, sus barrios, como un patrimonio inapreciable. La de los que se dedicaron con pasión y sabiduría a sembrar los árboles municipales de los que tan orgullosos estuvimos: el añorado ingeniero y maestro Agustín Gómez y Gutiérrez, funcionario municipal, tuvo en ello un señalado mérito.

Hay batallas calladas que hoy siguen. Por nombrar una: la de los eucaliptos rojos que aún subsisten en algunas zonas de la ciudad. En el cuadrante de Colonias a Unión y de Montenegro a Morelos –aproximadamente- fueron sembrados a principios del siglo pasado estos estupendos ejemplares arbóreos. A diferencia de los eucaliptos comunes, los eucaliptos rojos tienen muy buenas raíces, no los tira el aire, son mucho más bonitos y amables. Muchos de estos venerables y grandes árboles han sido estúpidamente talados, secados, mutilados. Es necesario inventariar cuidadosamente los que quedan, hacer lo necesario para que los tendidos de cables y la codicia de los coches no los sigan lastimando, plantar más.
Y las batallas siguen. Al final, con lucidez y generosidad, la ciudad las habrá de ganar.

jpalomar@informador.com.mx
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