Jalisco
Lamentan que la sociedad moderna margine al anciano
En Jalisco habitan 454 mil adultos mayores
“Se siente tristeza porque ya no puedes hacer muchas cosas, porque ya te tienes que sujetar a lo que manden”, dice resignada “Paquita”. “Uno se siente triste, porque no está con la familia”, agrega Micaela, quien nunca se casó y ya no puede caminar.
“Las sociedades que han adoptado la modernidad como estilo de vida hacen del anciano un desperdicio social, lo vuelven dependiente, lo infantilizan”. Por lo tanto, “el rol del anciano en la sociedad moderna es terrible. Lo nulifica”, opina Mauricio Maldonado Sánchez, académico del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente (ITESO).
En cambio, las sociedades tradicionales consideran al anciano como un sabio que posee el conocimiento adquirido durante toda una vida. “Es el gran maestro de estas sociedades”, agrega.
Las funciones del anciano, en ese contexto, son las de traducir o enseñar el conocimiento, sobre todo a los nietos, y el de niñera, pues cuida al nieto porque el hijo está en edad productiva.
El rol del anciano dentro de la sociedad ha cambiado. El núcleo familiar se conforma, generalmente, de padres e hijos. Ya no hay lugar para los abuelos.
Al respecto, el gerontólogo y geriatra Martín Dávalos Gómez, miembro de la Sociedad de Geronto-geriatría de Jalisco, señala que los ancianos en México “siguen siendo estimados, queridos, y están todavía algo incorporados al seno familiar, pero hay que tomar en cuenta que cada vez la vida es más cara, y cada día la situación, económica, financiera, cultural y social es más complicada. Hoy en día, pues todos comemos, todos calzamos y todos consumimos, y el adulto mayor no tiene un ingreso y se convierte en una carga. Hay que reconocerlo”.
Pero hay quienes están dispuestos a sobrellevar esa carga. “Ahorita, el país vive una etapa de transición de la relación familiar y el anciano. 60% lo quiere tener en su casa, y 40% busca algún tipo de soporte. Estamos transicionando el concepto no solamente de asilo sino también hacia los de hospital de día o guardería del adulto mayor”, asegura Dávalos Gómez.
Los asilos
Se supone que los asilos deben estar registrados en el Instituto Jalisciense de Asistencia Social, pero muchos que operan, no lo están. Esto es un grave problema de fondo, según Martín Dávalos Gómez: “No existen licencias municipales con el carácter de asilo. Estos lugares trabajan sin licencia, o sacan licencia de guardería o con la denominación de casa de descanso”.
“Tienen problemas de nomenclatura legal. En pocas palabras, al Gobierno poco le ha interesado en legislar en torno a tener lugares decentes, dignos para los ancianos, por tanto no existe una política pública. A diferencia de países como España, Alemania, Francia, Estados Unidos, Canadá, donde no solamente existen políticas públicas sino también desarrollos arquitectónicos, ciudades para adultos mayores, y las paga el Gobierno”.
El surgimiento de la Asociación Civil
La Asociación Civil nace precisamente por la necesidad de atender a los adultos mayores con el objetivo de formar y preservar la cultura en su beneficio. Surge hace 20 años, cuando todavía no había muchos ancianos, y conformada por médicos que inclusive no eran geriatras sino internistas, urólogos, cirujanos de tórax, entre otros. Como no se tenían geriatras en aquel entonces, decidieron formar esta sociedad para que luego se fueran incorporando más médicos interesados en estos objetivos.
Pero existe en nuestro país una urgente necesidad de aprender a reconocer las necesidades de las personas de la tercera edad, a comprenderlos y apoyarlos. No sólo porque son un sector de la población que va en incremento sino porque se lo merecen. Por que son personas, con vida propia.
Sensibilizar
Sandra Vinner es psicóloga y dueña de la “Casa de Descanso para Adultos Mayores”, que se encuentra en Zapopan. Opera el asilo por el gusto de hacerlo y convivir con los “abuelos”, como los llama de cariño, estar al tanto de ellos y procurarles una buena calidad de vida.
La dueña del asilo comenta que antes de abrir el suyo fue a visitar varios lugares similares de la ciudad. Sólo uno le pareció que estaba en buenas condiciones.
“Los demás no tenían higiene, olían a orines, los ancianitos dormían en los pasillos; es de lo que más me acuerdo, fue hace seis años”.
Apunta que hace todo lo posible por procurar que los abuelos se sientan cómodos en el ambiente que se crea al sólo atender a un máximo de 13 personas. Actualmente atiende a 12. Brindan atención más especializada.
La casa es agradable, tiene un patio amplio con pasto y muchas plantas. Tres enfermeras y otras dos mujeres atienden a los ancianos, ubicados en cuatro cuartos para ellos. Todos comparten, ninguno duerme solo. Tienden a aislarse, aclara Sandra Vinner.
Están ubicados en cuartos para hombres y para mujeres. Algunos permanecen en silla de ruedas, otros con andadera. Sólo uno camina con algo de pesar. Otros, están sentados en sillones, alrededor de la televisión, que pareciera que nadie ve. Los dos únicos hombres de la casa se sientan a jugar dominó en el comedor.
“Yo les digo que aquí es un hotel. Por eso los horarios son abiertos. Tardan en adaptarse, en promedio, un mes. Para esto tienen que colaborar sus familiares. Ellos se encargan de lo emocional. Yo los ayudo, pero no es lo mismo. El papel de un familiar no lo sustituyes con nada. Pero eso ya depende de los hijos”, comenta la psicóloga. “Envejecer es un cambio muy brusco en la vida. De ser una persona independiente, una persona que se valía por sí misma, que iba y venía, y que ahora ya se le olvidan las cosas, que ya no puede estar solo. Es un cambio de casa, de vida, hasta de familia, porque la familia ya no viene como antes. Es muy duro, entonces entran en depresiones. Casi todos son depresivos”.
Los cambios que se presentan en una persona conforme avanza en su edad, se manifiestan de manera tanto física como psicológica. El cuerpo es perecedero, y al hacerse viejo, aparecen las arrugas, las canas, pérdida de la dentadura, disminuye la actividad de la percepción, del metabolismo, hay pérdida de la fuerza muscular, aumenta la sensibilidad al frío, desgaste de sentidos como vista y oído, entre otros. La persona se ve en la necesidad biológica de modificar sus hábitos de vida.
El adulto mayor también es propenso a presentar padecimientos psicológicos relacionados con la edad, entre los que están el Alzheimer, demencias, fobias como la agorafobia o miedo a los lugares donde no se puede recibir ayuda, o la zoofobia, entre otras, alucinaciones, esquizofrenia, depresión y ansiedad.
A veces, como reitera la entrevistada, tienden al aislamiento, debido a que, como dice el doctor Dávalos Gómez, tienen la percepción de ser una carga.
Al respecto, comenta la psicóloga: “Esta situación se ha venido transformando. Antes, la manera de pensar de los abuelos era: ‘Cuando yo esté grande, tú (hijo) me vas a cuidar porque yo te di, yo te eduqué, di todo por ti… entonces en agradecimiento te toca cuidarme’. Ahora nosotros no somos así, o nuestros papás. Los papás, actualmente, no quieren ser una carga para el hijo, porque el anciano ve que es difícil para su hijo cuidarlo porque son otros tiempos; ahora trabajamos todos para poder vivir, ahora mamá y papá trabajan”.
Apoyo de la iniciativa privada
“Los asilos surgen a partir del concepto de desamparo en el término de asistencia social, nacen de la iniciativa privada. No ha sido cosa del gobierno”, aclara Dávalos Gómez.
El doctor considera que los asilos siguen siendo una especie de “males necesarios”, y que la situación ideal para una persona en esta edad es tratar de vivir un rol lo más normal posible, en su hogar. “El asilo debe ser un recurso final, cuando ya no hay más que ofrecer y cuando en el asilo pudiera estar mejor que en su casa, que en la calle o en el abandono”.
Lo anterior está justificado porque es clara la relación entre depresión-asilo, ya que “un adulto mayor puede estar mucho tiempo en una cama o enfermo en su casa, y su actitud y su estado de ánimo es bueno, pero puede estar menos tiempo en un asilo y su nivel de depresión es alto, su estrés es alto, su sensación de abandono es alto”.
La diferencia entre cómo ve la vida un anciano que vive en un asilo y otro que vive con su familia, es amplia. La situación del anciano empeora si se encuentra alejado de su hogar.
Luz María tiene 90 años de edad. Vive en el asilo propiedad de Sandra Vinner. Tuvo una hija, pero no tiene nietos. Ya no se acuerda de muchas cosas, y de las que recuerda las repite. “Me conformo con la voluntad de Dios”.
Sobre qué hace en el asilo normalmente, contesta: “Estar aquí sentada, ¿qué otra cosa puedo hacer que valga la pena? Aquí estoy a gusto”.
Su respuesta denota la percepción promedio de un adulto mayor sobre su incapacidad de hacer cosas. Están ahí viviendo sin vivir. Pero por lo menos ella está bien. No se queja. Está conforme.
¿Qué se siente tener 90 años?, se le pregunta: “Seguramente ya la costumbre de estar aquí, pero ya llega un momento en que dice uno ya para qué, quiero ya morir, ya con 90 años encima, como que es mucho vivir, ¿no?
Un caso completamente contrario es el de Francisca Alonso o “Paquita”, como la llaman dentro del asilo. Ella tiene 95 años de edad. Platica con tal lucidez, que sorprende. Es diferente a todos los demás. Estudió la carrera de contador público, además de un diplomado de cocina. También tocaba el piano; una vez lo hizo en el salón de conferencias del Palacio de Bellas Artes, según cuenta.
“Yo no perdía el tiempo, intercalaba la música y la cocina, que me gustó desde que era niña”.
Su única hija vive en Estados Unidos, y sus nietos en Guadalajara. La visitan más seguido que a Micaela, la señora sentada a un lado.
Micaela sufre de Parkinson y tiene paralizadas partes de su cuerpo. No puede caminar por sí sola. Casi no ve, tiene cataratas en un ojo, y glaucoma en otro. Nunca se casó. Es una señorita. Originaria de Manzanillo, se vino a vivir a Guadalajara muy joven, con una prima.
En la casa de descanso se cumplen con ciertos horarios de levantarse, bañarse, de comer, de todo. Y a ella no le gusta. Obviamente. ¿A quién le gusta que le digan qué hacer? Peor a esa edad.
Un adulto mayor que aún mantiene ilusiones, no espera a ver pasar el tiempo, sentado y esperando a qué hora se va a morir. Solo.
En el tintero…
Jalisco es una de las cuatro ciudades de México en las que está concentrada 40% de la población total del país, y una de las que tiene mayor cantidad de población anciana.
De acuerdo con el Consejo Estatal de Población (Coepo), en Jalisco habitan 454 mil adultos mayores. De éstos, 53% son mujeres y 47% hombres.
La Ley de Desarrollo, Protección, Integración Social y Económica del Adulto Mayor es la encargada de defender los derechos de los adultos mayores. Fue publicada en agosto del 2006 y considera adulto mayor a la persona que tenga sesenta años o más.
El doctor Dávalos Gómez explica que esta ley no tiene reglamento, y “una ley sin reglamento es letra muerta. Es una ley que hicieron para que le aplaudieran a los diputados”.
Como muchas otras leyes en nuestro país, la que se encarga de la protección de los ancianos no sirve. Hay que empezar por fomentar una cultura de responsabilidad y cuidado del adulto mayor en la sociedad, para que ésta pueda reclamar acciones por parte del gobierno o iniciarlas.
Los miedos
Vicente Madoz enumera en su libro “Los miedos del hombre moderno”, 10 temores que para él son los que más afectan al hombre a lo largo de su existencia o en algún punto de ella. Entre éstos se encuentra el de envejecer, el cual tiene relación con algunos de los que también hace mención: la enfermedad, la soledad, el silencio, el sufrimiento, en algunos la irracionalidad y finalmente la muerte.
Es por ello que en la sociedad moderna las personas hacen todo lo posible por retrasarla, con tratamientos de belleza, operaciones, tintes de cabello, injertos, etcétera. La vejez es algo indeseable, y la juventud está sobrevalorada.
El cuidar y hacerse responsable de los adultos mayores es una decisión que se debe analizar a conciencia. Depende, en gran medida, de las posibilidades del responsable. Debemos pensar en ellos, y de ser posible pensarnos en ellos. Lo mejor es no sacarlos de su casa, no excluirlos de su hogar, de la vida que construyeron. Dejarlos formar parte de su familia. Incluirlos socialmente. Entender que necesitan atenciones al igual que en cualquier otras etapas de la vida.
"Las sociedades que han adoptado la modernidad como estilo de vida, hacen del anciano un desperdicio social".
Mauricio Maldonado Sánchez,
académico del ITESO.
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