Jalisco

La secundaria, el inicio en las drogas

''Se cree que un drogadicto siempre es pobre, inculto y tonto. Yo fui a buenas escuelas, tuve una buena infancia… mis papás y amigos me trataron bien; sin embargo, también caí'': José

GUADALAJARA, JALISCO.- Antes drogadicto en acción, ahora adicto rehabilitado, José es un estudiante universitario de 21 años de edad, quien habla de su experiencia tras las bambalinas de las drogas: “Si te gustan los aplausos del público, te quedas para siempre en la oscuridad que sigue al caer el telón, por el mero placer que te proveen las palmas, y cada día te esfuerzas por recibir mayor cantidad y más sonoras, esperándolas con ansiedad”.

Afirma que la drogadicción se ha vuelto parte de la cultura mexicana, pues es el referente directo en la lucha contra el narcotráfico. Sin embargo, en palabras de José, quien estuvo inmerso de una manera intensa en las drogas durante poco más de tres años, la solución se encuentra en otro lado.

El joven acepta hablar a cambio de mantenerse en el anonimato, de cambiarle su nombre. Relata que comenzó su adicción a las drogas a los 13 años, mientras estudiaba la secundaria en una escuela privada. Sus amigos facilitaron el proceso de inmersión en las drogas, al ofrecerle mariguana su vez primera.

Después de un par de años de drogadicción, el viaje de José emprendió su fin cuando comenzó a asistir a un Centro de Integración Juvenil; luego ingresó a un centro de rehabilitación privado. Allí completó su proceso de recuperación en un periodo de 95 días con un programa similar al de Oceánica, pero sin tantos apoyos medicinales, y el programa general de los 12 pasos de narcóticos anónimos. Se dice en pocos renglones, pero para el joven significó no poder escuchar los aplausos del público ni una vez más.

En México existen aproximadamente 600 mil personas adictas a las drogas, según el Consejo Nacional contra las Adicciones. José formó parte de esa estadística.

El camino a las adicciones empezó de manera sencilla: “Eran una opción fácil, se me presentaron fácil. Había mucha droga y muy barata. A pesar de que estaba niño, pues era relativamente sencillo ir con mis amigos y conseguirla. Fue como una experimentación primero; ya después fue una costumbre y luego se convirtió en una adicción, ya una vez que entré a consumir un poco de drogas más fuertes que la mariguana”.

José comenzó de niño, pero eso no lo detuvo. Quiso ir más allá. Dio un salto de la mariguana a las drogas sintéticas. “(Consumí) casi cualquier cosa: cocaína, pastillas, tachas, PSP, entre muchas, pues dependía de la persona con la que estaba y qué tanto llevaba también esa persona en su proceso de adicción”.

Su contexto social, conforme fue desenvolviéndose en ese ámbito, fue el que le permitió conocer y abrirse a drogas nuevas.

“Una vez que comencé a consumir mariguana, pues te empiezas a mover en diferentes tipos de fiestas, conoces a diferentes tipos de personas, y para muchos eres un negocio, lamentablemente.
Entonces es fácil, te ofrecen, te dicen, te dan. Fue la facilidad de tener el acceso y el exceso de confianza de no considerar las consecuencias de consumir drogas sintéticas más fuertes”.

Para él, la sociedad se ha segmentado en consumidores y no consumidores, ya que fue capaz de observar grupos o personas en particular y darse cuenta de su cualidad de drogadictos. Como aludiría el dicho: “Sucede hasta en las mejores familias”. Y José lo ve como algo inevitable y natural.

Sin distinciones

Las drogas no toman distinciones. Su esencia presupone cubrir a la mayor cantidad de gente, y en muchas ocasiones, de la manera más sutil. Si bien en relación a los estupefacientes se crean prejuicios, para ellos no existen tales porque de acuerdo con lo que vivió José, en todos los grupos sociales hay drogadictos.

No hay distinción de grupos por parte de las drogas, pero sí por parte de los drogadictos. Los grupos “son muy celosos de lo que hacen, de con quién están, de con quién llegan, a quién les presentan, etcétera. Unidos no, más bien cerrados”.

Sin embargo, son drogadictos, pero no por ello diferentes: “Son como cualquier persona normal, se platican, se hacen chistes, etcétera”.

En el medio se destaca el robo. José cree que puede ser una “onda muy bonita” cuando se tiene poder adquisitivo, porque “si tienes dinero para traer carro, andar en fiestas y estar comprando drogas todo el tiempo, te puedes ir a tu casa cuando quieras y puedes salir cuando quieras”. Pero no siempre es así.

Cuando no se tiene el dinero “sí está medio feo”, porque a la gente “la ves robando”.

“El robo entre la misma comunidad es muy común; te conviertes en una persona muy desconfiada. Tú compras lo tuyo, tú traes lo tuyo, nunca dejas que alguien se quede solo en tu casa, que nadie se quede con tus cosas; siempre estar viendo qué traes, cuánto dinero traes”.

El asesinato no es habitual. El homicidio “es un nivel más extremo” para José, porque en el nivel que él se involucró “no era tanto dinero, tal vez, el que se movía, tanta influencia”.

Aunque no relacione este crimen con los adictos, sí vincula algunas drogas a ciertos grupos.

“Entre los jóvenes es mucho más común el consumo de mariguana y tachas. Entre adultos que tienen dinero, o una buena posición social, a muchos les gusta consumir cocaína, drogas más fuertes. Entre jóvenes y diferentes adultos que se quedan en un proceso de juventud, consumen drogas recreativas de fiesta, tachas, LSD, hongos”.

Pero cree que a fin de cuentas no son sectores definidos por drogas específicas, ya que el acceso en algunas es mucho más fácil, así que simplemente es preferencia de diferentes tipos de sensaciones.

Un fuerte problema es que, como afirma José, la afluencia hacia los estupefacientes es “bastante alta”. Incluso sucede que “muchas veces las mismas personas que te atacan por ser considerado drogadicto, son personas que consumen también en diferentes ámbitos y en diferentes grupos, estratos y círculos sociales”.

Experiencia intensa

La experiencia de José fue intensa. Así como empezó, se fue. Pero la despedida le costó no sólo dejar las drogas sino también esa vida. Estuvo durante más de tres años consumiendo drogas, pero situaciones y personas en su vida lo hicieron reaccionar.

“Te das cuenta que son cosas diferentes. Confundes el placer con ese sentimiento pasajero de bienestar. Una vez que te das cuenta que en serio afectas a otras personas, lo más normal para mí fue darme cuenta”.

José redunda, pero es claro con sus convicciones: “No por estar rehabilitado no se me antoja, y la odio y odio todo lo que hice. No. Si olvidas lo que hiciste, si te perdonas así de fácil, se te olvida rápidamente todo lo demás. Conozco a muchas personas que lo han hecho. Golpes de pecho y decir que están arrepentidos por el resto de su vida y no llegan a nada. El chiste es aceptarlo y abrazarlo, mantenerlo parte de ti”.

Hay diferentes matices y perspectivas en torno a las adicciones. Se vincula a éstas el alto o nulo compromiso de las autoridades gubernamentales.

“Sí se trata de la responsabilidad del Gobierno, porque sí entra por parte de los Centros de Integración Juvenil”.

Y afirma que es necesario que la calidad de los centros mejore. En la experiencia de José, son “buenos centros”, pero no lo suficiente, como al que asistió. “Falta que se capaciten a las personas que trabajan ahí, porque a pesar de que sí se esforzaban, les hacía falta más conocimiento sobre lo que sí se podía hacer y lo que no, respecto al cuidado de los pacientes. Por ejemplo, al momento de hacer las pruebas clínicas de detección de drogas, no había supervisión. Y así se vuelve fácil para cualquiera alterar el resultado”, fundamenta.

El mundo de las drogas es un negocio para muchos, menos para los adictos que pierden su dinero en ello. José reflexiona que en los centros privados muchas veces se busca el lucro.

“Te hacen entrevistas al entrar para comprometer a la persona que meterá a su familiar con los pagos. Si acaso es un anexo o una granja, ahí se busca en cantidad o volumen de personas que entran en función de sacar el dinero”.

José, quien estuvo en el medio por varios años, cree que el Gobierno está haciendo “las cosas relativamente bien” en la lucha contra el narcotráfico. “Es cierto que hay muchas muertes y muchos enfrentamientos, pero ya somos un Estado o país de conflicto. No es que nos resignemos sino que entendamos que esa es nuestra realidad y la forma en que ataquemos esto debe ser enérgica”.

Considera que el modo ideal para llegar a los grupos de adictos, es por la educación y con un desarrollo nacional que los englobe.

“La educación es una de las cosas más importantes de todo esto. Y es esperar el crecimiento nacional, porque la gente, la mayoría de las veces, no está dentro sólo por la facilidad del medio sino por el dinero que genera, que es bastante como para mantenerte a ti y a tu familia muy bien”.

El joven ve en esto la razón del por qué en muchas ocasiones la familia forma parte de todo el proceso.

“Las personas no se quieren alejar de la droga, al no tener otras opciones de trabajo, al no tener un interés siquiera en promover, consumir cultura, etcétera, es mucho más fácil para ellos dirigirse a este aspecto”.

Educación y prevención

“Debe ligarse la educación con la prevención”. José considera esto importante, porque señala que las campañas antidrogas del Gobierno están diseñadas “con base al miedo”, por lo que “te crean curiosidad”.

La prevención desde la educación, afirma, debe ser principalmente “enseñarles a los niños qué cosas son apropiadas para sus cuerpos; como personas en desarrollo, que entiendan las consecuencias, en lugar de infundir el miedo. Como joven no asocias bien las consecuencias reales. Debe ser algo más cercano a ti lo que te muestren, algo que se pueda entender. Hace falta que se informen y tengan su criterio para que cuando se pregunten a sí mismos si quieren consumir drogas, tengan fundamentos para decidir”.

José testifica que, por su parte, las organizaciones sociales también le apuestan a campañas que infunden miedo. “Aunque últimamente las campañas han mejorado bastante”, acota, al señalar que cada vez más gente que conoce se está rehabilitando.

“No sé, tal vez existen más oportunidades. Las personas se están concientizando más con respecto a sus enfermos y se ocupan más de buscar ayuda. Antes sí había mucha gente dentro, pero era un juego para muchos. Ahora yo siento, con respecto al grupo con el que yo me juntaba, que cada vez más personas se están rehabilitando y saliendo de las drogas”.

Después de cuatro años sobrio, aún mantiene la esperanza cuando se le pregunta si tiene proyectos o si a veces flaquea. “Ha sido difícil en un principio, después se hace más sencillo; son como periodos, a veces es más fácil, a veces es más difícil”.

Sin embargo, a diferencia de otras personas, no se le ha presentado alguna “dificultad infranqueable”. Pero sí una sarta de secuelas: “Físicas, pues… soy diferente, pienso diferente. Tal vez mi cabeza se afectó. Las sensaciones son muy diferentes: el asustarte, diferentes cosas, que estés muy feliz, etcétera. Muchas veces sin pensarlo se vienen a mi mente las comparaciones”.

También tiene secuelas sociales: “Hay afectaciones muy fuertes; la gente te ve mal, como que a veces hay personas que se dedican tanto a criticar a los demás que ya desarrollan un ojo y un olfato; entonces es como una segmentación muy fuerte”.

Aún así, para él no son consecuencias como para lamentarse de ellas. “A lo menos que me he dedicado es al aspecto de socializar y quitar esa imagen de mi persona. Yo creo que con el tiempo se quita sola y si no se quita, pues no es mi problema”.

Al momento de cuestionarlo sobre las personas cercanas a él en esos momentos, baja la mirada y recuerda que muchos se alejaron de él. Sin embargo, su experiencia no ha sido en vano. Aprendió de ella y está aquí para que los demás hagamos lo mismo: “Se cree que un drogadicto siempre será pobre, inculto y tonto. Yo fui a buenas escuelas de niño, tuve una buena infancia, mis papás me trataron bien, mis amigos también; sin embargo, también lo hice. Para mí es, antes de juzgar y de decir que es algo malo, o de decir que son personas tontas las que caen en esos aspectos, pues hay que informarse, hay que ver qué es lo que pasa, qué es lo que sucede”.

La cuestión es muy simple. Se aprende con un cambio desde las raíces.

“Yo creo que más que nada es el cambio de sociedad y el cambio de cultura, de pasar de una que critica y molesta a una que critica y actúa”.

José termina su testimonio con una mirada sagaz y fija. Con un semblante serio mira y agradece la oportunidad que se le dio de expresarse.

Dada su enfermedad, él pasó a formar parte de las estadísticas que conforman la drogadicción. Bailó tras bambalinas por varios años hasta que decidió salir al escenario y enfrentarse a los aplausos. Nunca más.

Así como dependió de las drogas, estuvo también en manos de las cifras. José luchó contra los números y las probabilidades, terminando triunfante. Concluyó ese periodo formando parte de otras estadísticas: las que incluyen a la pequeña cantidad de personas que se rehabilita.

EL INFORMADOR/ITESO/Nalleli Gómez

"Una vez que comencé a consumir mariguana, te empiezas a mover en diferentes tipos de fiestas; conoces a diferentes tipos de personas y, para muchos, eres un negocio"

La educación y prevención es una de las cosas más importantes para evitar la drogadicción
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