Jalisco
La revancha de Gil
Gil resurgió el viernes pasado y se convirtió, de golpe, en el nuevo operador de Felipe Calderón
Era el domingo 5 de diciembre de 2010, y la escena transcurría en la sede del partido, donde se desarrollaba la integración del Comité Ejecutivo Nacional (CEN), un día después de la elección del senador Gustavo Madero como nuevo presidente del Partido Acción Nac ional (PAN), en una contienda en la que arrolló a Gil, quien se había apuntado casi de última hora para la contienda, con el supuesto beneplácito y apoyo total de Los Pinos que le auguraban llegar a la dirigencia panista.
La voz que aparentemente regañaba al diputado federal era nada menos que de la primera dama, Margarita Zavala, quien había intervenido de manera ostensible en la elección del nuevo jefe del blanquiazul. El domingo, decían las crónicas periodísticas, desde muy temprano habían comenzado las reuniones bilaterales y grupales para pactar la incorporación de militantes de las diversas corrientes del panismo nacional al CEN, y luego de que Madero “bajara” varios nombres de una supuesta lista acordada con Gil, éste habría retirado sus propuestas, tras haber sostenido el “diálogo” descrito con Margarita Zavala.
Apaleado por los maderistas y quienes se sumaron al nuevo líder, el diputado regresó a su curul como soldado raso a la espera de que pudiera producirse el relevo de la actual coordinadora panista, Josefina Vázquez Mota, quien insiste en buscar la candidatura presidencial.
Pero Gil resurgió el viernes pasado y se convirtió, de golpe, en el nuevo operador de Felipe Calderón para el proceso sucesorio, como su nuevo secretario particular con funciones que van más allá de las nominales para un cargo de esa naturaleza. El todavía diputado tiene la encomienda de conducir las relaciones con gobernadores, legisladores y líderes partidistas. ¡Ah! y de llevar la agenda presidencial.
El de Gil es uno de los movimientos anunciados en Los Pinos, más como ajustes con miras a la contienda electoral del próximo año que como reorganización del gabinete para mejorar la acción gubernamental en el último tramo de la administración calderonista.
Ciertamente las secretarías de Energía, y sobre todo la de Comunicaciones y Transportes, requerían de un mando más avezado y menos desgastado que el de quienes las encabezaban. Pero el talante de sus relevos, dos subsecretarios de muy corta trayectoria en el servicio público —miembros de la novísima “tecnocracia panista”, como se le conoce ya— no garantiza que en esas dependencias habrá una conducción eficaz. En todo caso, José Antonio Meade y Dionisio Pérez Jácome habrán de atender puntualmente las agendas que les marquen los grandes corporativos de la construcción, las comunicaciones y la proveeduría energética, para granjearle apoyos a Calderón en la conducción de su relevo, que bien podría ser el titular de Hacienda, Ernesto Cordero.
El periodista Salvador Camarena recoge una expresión del ex secretario de Comunicaciones, Luis Téllez, en el libro “El presidente”, de 2006: “Una cosa que me gusta mucho de Felipe (Calderón), es que tiene una mujer que entiende de política, que está metida en política”. Tal vez Roberto Gil pueda dar fe de ello.
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