Jalisco

La rebelión de los suelos

Las reflexiones del ilustre filósofo han iluminado finamente al entendimiento social y político de los fenómenos globales

Uno de los destacados libros del Siglo XX (considerado por algunos el mejor en español) fue “La rebelión de las masas”, cuyo autor ha sido considerado también una de sus mentes más brillantes. Con una penetración extraordinaria, anticipó las circunstancias que hoy se viven en el mundo entre las democracias liberales modernas, y sostuvo la tesis de lo que él veía (desde 1930) como “el caldo de cultivo perfecto para que las masas pudieran crecer y crecer hasta convertirse en una pasta humana que lo satura todo con su ‘lleno’ en cada espacio de la ciudad y sus transportes, y que de paso impone sus modos que no son otra cosa que vacíos éticos y culturales”.

Se ha dicho que “lo que el ‘Contrat social’ de Rousseau fue para el Siglo XVIII y ‘Das Kapital’ de Karl Marx para el XIX, debería ser ‘La rebelión de las masas’ del señor Ortega y Gasset para el Siglo XX”. Cuando se relee ahora, no se comprende que se escribiera hace tantos años. Parece describir y analizar la situación del mundo de hoy: el advenimiento de las masas al pleno poderío social. Siendo la masa el surtido de personas no esencialmente cualificadas para las responsabilidades que emprenden tomar; rebasadas en su capacidad de oficio y competencia y exigentes por su mero antojo. Tanto en los ámbitos públicos, como los privados.

Las reflexiones del ilustre filósofo han iluminado finamente al entendimiento social y político de los fenómenos globales y, en una muestra local tangible e inmediata, trae luz sobre algunos aspectos de lo que nos ocurre hoy en Guadalajara. Un ejemplo sale en relación a las inconformidades sociales que han surgido por los deseos de muchos propietarios de fincas o terrenos de la ciudad de cambiar su uso del suelo urbano y obtener permisos para actividades diversas. Las múltiples opiniones, a favor y en contra, no han podido encontrar soluciones satisfactorias.

Por una parte, los propietarios quieren, y creen poder, hacer con sus propiedades lo que sus deseos dicten. Por el otro lado, las autoridades encomendadas para salvaguardar el bien común y cumplir con la regulación y el ordenamiento de las actividades urbanas se ven atiborradas por las contrariadas demandas ciudadanas.

El problema actual está en un entrampamiento normativo ineficaz que ha hecho acumular más de mil 800 recursos de revisión a las peticiones negadas por las autoridades municipales. Las solicitudes de reconsideración, se calcula, crecen a razón de 15 a 25 diarias.

Se ha programado la instalación de un comité especial, más bien como un gesto desesperado para aliviar las presiones sociales mediante una válvula de escape. Se supone que este comité se hará cargo de resolver todas las mas de mil 800 solicitudes de “cambio de uso de suelo y otras disposiciones urbanísticas” puestas a revisión antes del día 17 de diciembre próximo. Ciertamente, peor es nada.

Todos saben que el paliativo sólo servirá para postergar una efectiva solución que permita que la ciudad ya no crezca tan desordenadamente. Perderse en la “usología del suelo de la planeación parcial” y no resolver el problema de fondo (que es la carencia de instituciones e instrumentos adecuadamente diseñados para fomentar el buen desarrollo de la metrópoli) es alejar el pago de una factura que también crece como bomba del tiempo.

Tienen razón quienes dicen que las cosas no van tan mal todavía; que nuestra ciudad es aún salvable. Sin embargo, las condiciones ameritan que todos hagamos una pausa seria y recapitulemos honestamente sobre la manera equivocada en que nuestra ciudad crece.

Oportunamente, el señor Ortega y Gasset también nos ha advertido a cada quien no olvidar que “Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella, no me salvo yo”.
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