Jalisco

La protección de un reportero

''Necesitamos más refuerzos, nos están disparando con barrett calibre .50 y nos están lanzando granadas'', se escuchaba por la frecuencia policiaca

Un par de bendiciones, encomendarse al ser supremo de cada religión o dogma –según las creencias de cada quien–, un galón con agua natural, una libreta con una pluma y la lente de una cámara fotográfica, como testigo, es con lo único que van resguardados los emisores de la información cuando van tras la nota a lugares inimaginables de ciertas zonas serranas.

Tal es el caso de la cobertura realizada de un enfrentamiento a balazos entre hombres con gran poderío en armamento, pero que también son vencibles, y policías de los tres niveles de gobierno, así como de personal del Ejército Mexicano.

A tan sólo un sábado de distancia, cerca de las nueve de la mañana, el rumor de un enfrentamiento a balazos entre 60 hombres contra miembros de la Policía del Estado, invadía la masa encefálica de los encargados en dar a conocer a la sociedad la información a través de diversos medios.

Conforme pasaron los minutos el rumor recobró más fuerza, y pasó del rumor a los hechos confirmados.

“Necesitamos más refuerzos, nos están disparando con barrett calibre .50 y nos están lanzando granadas”, se escuchaba por la frecuencia policiaca aquella mañana sabática.

Mientras eso sucedía en la “zona de guerra”, en la Zona Metropolitana los comunicadores se alistaban para emprender el viaje, del cual, únicamente sabían que era en la ranchería de “La Lobera”, en San Cristóbal.

La comunicación con algún “contacto”, con los compañeros y con autoridades no cesaba. La constante era “Písale. Agarras por la carretera a Colotlán, llegas a San Cristóbal y te metes al pueblo. De ahí preguntas por el camino a “La Lobera”. Todo mundo sabe dónde queda, y cuando te digan, te metes, pero con mucho cuidado porque hay disparos de barrett y están lanzando granadas”.

Antes de emprender el camino, una garrafa de cinco litros de agua es más que suficiente para aguantar el trayecto y, sin saber las condiciones del terreno, llegar a tiempo era lo ideal, ignorando cualquier tipo de vehículo para transportarse.

Antes de salir, las herramientas de trabajo ya estaban listas: una libreta, un bolígrafo, una grabadora, cámara fotográfica y un escáner, eran más que suficientes para emprender el viaje.

Durante el trayecto, las encomendaciones al ser supremo eran indispensables para sentirse con un poco de más valor y llegar al lugar a tiempo, captar lo más que se pueda y cumplir con el objetivo: cubrir la nota.

Al ingresar al camino a “La Lobera”, una brecha, por cierto, muy peculiar por su hermosa vista desde la serranía hacia las barrancas y por su camino tan sinuoso y engañoso, se emiten algunas recomendaciones: “Pasas la entrada del camino del ‘Padre’, de ahí le sigues por toda tu derecha, aunque te encuentres brechas en forma de ‘Y’, le sigues por toda tu derecha y a unos cuantos
kilómetros verás la entrada”.

Ya estando formado en el mismo convoy en el cual se desplazaban, principalmente, unidades blindadas de la Policía del Estado junto con vehículos artillados del Ejército, los comunicadores que, a diferencia de los uniformados de todos colores, se protegían entre sí: seguir a las autoridades a una distancia prudente para así, evitar bajas durante algún posible enfrentamiento o emboscada por parte de los hombres armados del bando de los “malos”.
Tras varias horas de trayecto entre brecha y brecha, de pronto, en las alturas nuevamente se vuelven a escuchar las ráfagas que acallan a la fauna silvestre de la sierra.

“Andan allá arriba, andan arriba. Denle para el Norte, en Zacatecas, desde ahí vienen los disparos de nuevo”, vuelve a replicar en el escáner.

Mientras eso sucede, reporteros, fotógrafos y camarógrafos levantan la vista al cielo para ver si captan algo con las lentes de sus cámaras.

Literalmente cercados, los emisores de la información se atienen a sus creencias, su fe y su valor, no cuentan con unidades blindadas, ni con chalecos antibalas. Sin embargo, continúan trabajando.

Caso contrario, los uniformados de gris, de negro y de verde portan sus chalecos antibala, potentes armas y hasta cascos con alto nivel de blindaje.

Conforme avanzan las horas, el dominio de las autoridades sobre los hombres armados va ganando terreno, al grado en que algunos elementos del bando de los “buenos” se relajan un poco.

Sin saber la zona geográfica con exactitud, en la que unos dicen que ya es territorio de Zacatecas y otros aseguran que todavía están en Jalisco, la mayoría de reporteros realiza su retorno a casa.

Sin embargo, todavía hay varios obstáculos que vencer: el cansancio, la fatiga, así como las descomposturas de varios vehículos, entre las que se encuentran ponchaduras de llantas, calentamientos de motores y fallas en el sistema eléctrico. No hay de otra.

“Tenemos que llegar a Huitzila, (un poblado del Municipio de Teúl de González Ortega, en el Estado de Zacatecas) a parchar las llantas y arreglar los carros”, aseveran algunos.

Minutos después realizan su retorno a casa llevando consigo su mayor trofeo de aquella “ventura”: la información.

Y aunque –físicamente– iban desprotegidos, lograron su cometido.
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