Jalisco

La nueva ola bancaria

La última ola de asaltos verdaderamente alarmante se dio en los noventa, y cuando eran tantos que ya ni se reporteaban, sólo se contaban: ¡otro!

Los asaltos bancarios traen a la ciudad de cabeza. Los contamos como si fueran goles del “Chicharito”, y efectivamente ya son más asaltos que goles, con lo cual cualquier asesor, de esos que se dedican a hacer falsas relaciones en los discursos e informes de los políticos, podría concluir que es más fácil asaltar un banco en Guadalajara que meter un gol en la Liga Premier de Inglaterra, aunque no tenga nada que ver una cosa con otra.

Los asaltos bancarios habían, digamos, pasado de moda. La última ola de asaltos verdaderamente alarmante se dio en los noventa, 1996 y 97 cuando eran tantos que ya ni se reporteaban, sólo se contaban: ¡otro!  Hay dos condiciones que son comunes a la ola de hace 15 años y a la de ahora, y esos sí son comparables. La primera tiene que ver con el cambio de Gobierno. Hace 15 años los gobiernos del PAN recién estrenados tuvieron en la violencia, pero particularmente en el asalto a bancos y el robo de autos, su nada agradable bautizo. En aquel entonces se acostumbraba decir que los chamaqueaban, que los habían agarrado novatos, y eso lo explicaba y justificaba todo, o casi todo. El segundo elemento era la discusión de si los policías debían cuidar o no los bancos. Mientras los políticos y los banqueros discutían, los asaltantes  hacían su agosto.

¿Existe algún motivo por el cual el Gobierno deba cuidar los bancos? La verdad es que no, es vil costumbre. Un banco es un negocio como cualquier otro. Si el de la miscelánea, el que vende llantas y el súper tienen vigilancia privada,  ¿qué los bancos no? Evidentemente que lo ideal sería que la Policía fuera tan eficiente y la sociedad tan igualitaria que no se requiriera guardia privada en ningún lado, pero hoy día todos los que manejan efectivo necesitan vigilancia extra.

El otro elemento tiene que ver con lo que se le roba hoy a los bancos. Los nuevos sistemas financiero y de seguridad hacen que cada día las cajas manejen menos efectivo; hay cortes más seguido y políticas más estrictas. Un asalto a banco difícilmente pasa de los 40 mil pesos. Si los bancos calculan lo que les costaría poner vigilancia en cada sucursal y lo comparan contra lo que les roban, no les sale el cuento, ni la cuenta: es mucho más caro poner vigilancia que dejarse robar. Si les costara lana ya lo habrían resuelto.

El tema de los asaltos bancarios está en lo que provoca. El efecto negativo para los bancos es con sus usuarios. La banca debería proteger a sus clientes, pero eso de dar un buen servicio, al menos en el sector bancario, ya pasó de moda: el teléfono lo contestan máquinas, y si te toca hablar con una persona, las respuestas que da son exactamente las mismas que la máquina. El otro afectado es la ciudad, que sufre terriblemente en su imagen, de ahí la presión de los banqueros al Gobierno para que les regrese la vigilancia.

Los asaltos bancarios son menos graves que el robo a casas y el asalto a negocios, a menos que nosotros queramos hacerlo grande.
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