Jalisco

La muerte y su relación con los medios

El crimen no descansa, el comunicador... tampoco

En eran los primeros minutos del domingo 6 de junio cuando un comunicador se disponía a tomar un baño e ir comprar desayuno, sin embargo, en ese momento timbró el teléfono, le avisaba una fuente policíaca de la ejecución de tres hombres en el Municipio del El Salto.En ese momento, del baño y la comida se olvido por varias horas, sólo tomó su cuaderno, una pluma y su cámara fotográfica, y emprendió el camino.

A esas horas en las calles de la ciudad apenas circulaban algunos carros e incluso al pasar por el Centro Médico de Occidente parecía estar abandonado. Lucía muy solo.Tomó la carretera que conduce a Chapala y se desvió en la carretea que lleva al El Salto por La Alameda, apenas había pasado al menos seis kilómetros cuando llegó al camino que conduce a La Capilla, antes de ello se topó con un trío de policías municipales, a quienes les preguntó el camino correcto hacía a la escena del crimen.Después de intercambiar algunas palabras, tomó la vía que llevaba a La Capilla, sobre ésta se encuentran las entradas principales de algunas fabricas y empresa del corredor Industrial El Salto. Algunos vigilantes al ver pasar al comunicador a bordo de su carro, con sus miradas le anunciaban lo que buscaba; como sí sus ojos reflejaran la muerte anunciada a tan sólo unos metros de donde circulaba. Al bajarse de su vehículo con sus herramientas de trabajo se apreciaban los tres cuerpos de las víctimas, de quienes después se supo que eran vecinos de los estados del Norte del país, los cuales yacían tirados a pie de camino. En ese punto tan despejado se apreciaba a lo lejos algo de neblina y el paso de los vagones del tren cuya vía quedaba a escasos dos metros de los ejecutados. Las autoridades estatales y federales llegaron, realizaron su trabajo, pero la sangre, el odio y el coraje de los sicarios quedó plasmado en el rostro de las víctimas, ya que seguramente les dispararon a sangre fría.

Junto a los cuerpos, las manchas de sangre quedaron grabadas en la tierra y el pasto del lugar, después de todo los trabajos de investigación de campo, el viento comenzó a soplar fuerte, y todo quedó como si en el lugar no hubiera pasado nada.
Para ese día, esa fue la información más difundida por sus demás colegas en los medios de comunicación.

Sin embargo, después de cuatro días –la tarde el jueves– otro hecho sangriento ocurrió. El lugar, las inmediaciones de una universidad, ubicada en la colonia Ciudad Universitaria. Al momento de ocurrir el par de ejecuciones, en los radiocomunicadores de policías y paramédicos se escuchaba de un operativo de búsqueda y atenciones médicas. Se alertaba de un doble crimen a balazos.

Acto seguido, el encargado de comunicar lo sucedido a la sociedad arribó al sitio con cámara fotográfica en mano.

Al llegar al cruce de la Avenida Revolución y la Calzada Olímpica eran notorias las largas filas de autos que trataban de circular por el cruce en mención, cuyos conductores trataban de observa a la muerte “que caminaba en un camellón”.

En la escena del crimen, al menos 100 personas se dieron cita para observar a los fallecidos, además del trabajo de los policías investigadores.

En el sitio todavía se respiraba el olor a la pólvora de las 13 balas disparadas de una pistola calibre .40.

Uno de los hombres quedó dentro del Jetta bañado en sangre. La gente decía: “mira le dieron pero con todo, ya los traían, yo creo que no eran unas santas palomitas”. Mientras tanto, los camilleros del Servicio Médico Forense levantaron el cuerpo del hombre que quedó en la escena y, como por arte de magia los presentes se retiraron.

Ocurrió otro día difícil para los comunicadores.  No habían pasado ni 24 horas cuando una esposa e hijos lloraban por la muerte del jefe de familia, el cual fue ejecutado a balazos a tan sólo una cuadra de su casa en la colonia Emiliano Zapata de Tlaquepaque.

En ese lugar decenas de vecinos platicaban entre sí, “mataron el panadero, le dieron tremendos balazos en el pecho y los asesino hasta se fueron riendo”. Entre el polvo, el calor y la sangre, los peritos en criminalista realizaban su trabajo, al igual que los reporteros.

Pero, tras rastrear el paradero de los ejecutores, a tan sólo unas cuadras, una pareja fue detenida al interior de una vivienda, pues presuntamente fue partícipe de la ejecución. Al registrarlos al igual que la finca, autoridades hallaron una subametralladora, varios “cuernos de chivo”, cientos de balas y costales con mariguana.

Queda claro. La muerte y algunos medios de comunicación, siempre “estarán ligados”.
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