Jalisco
La justicia y el pueblo
En la medida en que las instituciones pierden su función, el pueblo comienza a tomar las riendas de la situación
El señalamiento hecho por una autoridad eclesiástica de que muchas instituciones, incluyendo el Ejército y la Iglesia, están tocadas por el crimen organizado, de una u otra manera es una realidad que nos debe de ocupar.
El deterioro social en que estamos comienza a causar un malestar tan generalizado, que el pueblo muestra signos de hartazgo, ya pide a gritos que se termine la violencia. Y amenaza con hacer suya la violencia contra los violentos, valga esta redundancia, en función de que si las “autoridades” ya no pueden con el paquete, entonces la gente se echa a cuestas el compromiso de erradicar la basura que estorba.
Linchamientos, escuadrones de la muerte, grupos de limpieza, barredoras de lacras, aspiradoras de corruptos y eliminación de indeseables, es la respuesta más común en las anarquías sociales. Es un hasta aquí rotundo de gente que ya no está dispuesta a poner en manos de la justicia la responsabilidad de detener a los delincuentes y de hacer cumplir el imperio de la ley.
Si algunas víctimas se sienten llenas de impotencia contra los infractores, y además descubren complicidad con las autoridades, seguramente pensarán —y en algunos casos buscarán— hacerse justicia por sus propias manos, como ya ha sucedido recientemente en varios lugares de nuestro país.
El crimen organizado ya no será sólo de malandrines, sino compuesto de gente harta que ha decidido contratar asesinos y mercenarios para eliminar a sus agresores y a los delincuentes que dejan ir las autoridades incompetentes.
Cuando la violencia azota sin cuartel a una sociedad, el miedo crece, y si la seguridad se va por la borda, la gente se envalentona y toma el toro por los cuernos y hace lo que cree que está bien para proteger a su familia. De aquí surgen todo tipo de acciones que justifican el usar los recursos al alcance para defender el patrimonio y los valores que posee.
Ya estamos cerca de ese riesgo, comienzan los brotes de justicia en manos del pueblo, en diversos puntos del país. Los empresarios y líderes comienzan a perder la fe en las autoridades, si no es que ya la perdieron, y comienza la organización de las guardias blancas que harán el trabajo de limpieza que, se supone, el Gobierno debería ejecutar.
Si una autoridad moral ya reconoce que estamos todos manchados por la basura del crimen, ¿qué podemos esperar que suceda? Hay dos caminos: o las autoridades le ponen un pronto remedio, o lo hará la gente ante la incapacidad del otro.
De verdad, cómo deseo que pase lo primero, pero no veo cómo ni por quiénes. Y me temo lo segundo.
Si el peligro toca la puerta de tu casa, ¿tienes confianza en que las autoridades te protejan y te den confianza y apoyo?
Por eso, en Ciudad Juárez ya hacen marchas para pedir que las instituciones incompetentes salgan de su ciudad. ¡Qué confusión! Deberían pedir que se quedaran y que se fueran los criminales.
¿Qué nos está pasando?
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