Jalisco

La dignidad de la ciudad

LA CIUDAD Y LOS DÍAS

Prevalece a pesar de los pesares. Reside en la voluntad de cada habitante, en su imbatible empeño por buscar una ciudad más justa y más bella. No de la belleza de los adornos y las luces decorativas, de la que otorgan la bondad y la lógica.

La dignidad de la ciudad supera las confusiones, los extravíos, el tumulto informe de las circunstancias inmediatas. Las indecisiones, los cálculos mezquinos, los intereses sesgados que tratan de hacerla gravitar con direcciones ajenas a su engrandecimiento. La vida de la ciudad tiene la cuenta larga: en ella se van anotando, quedando para la historia, los aciertos, los entuertos, las oportunidades aprovechadas y las perdidas.

La misma ciudad, indefectiblemente, va sacando esa cuenta. No la guarda nadie en particular, y la guardan muchos, va quedando expresada en la mejor o la peor manera como se vive a sí misma, como se ofrece como campo propicio a sus hijos y a sus visitantes. Hay una secreta reciedumbre en la vida de la ciudad: no la empañan los advenedizos ni quienes pretenden aprovecharla para su interés.

A lo largo de los años, de las generaciones, la ciudad es un campo donde compiten la generosidad y el cálculo parcial, el buen sentido y la torpeza, la visión de amplias miras y la estrechez inmediata. Cosas se ganan, cosas se pierden, pero el balance siempre está abierto. Un balance en el que pueden actuar, siempre, la audacia serena, la determinación razonada. La dignidad de la ciudad reside en esa apertura, permanente y fecunda, al futuro.

La dignidad de la ciudad está, precisamente, en su no claudicación. En que nunca ha de cancelar su aspiración a ser mejor, a ser más viva. Está en la lucidez, mayor o menor, de sus dirigentes, de sus diversas generaciones de habitantes. En su suerte halla siempre, la ciudad, el fruto de su recta previsión, o de su lerda dejadez. Y siempre va para largo...

Se enderezan iniciativas, se exponen ideas, se arriesgan alternativas. Una parte de la ciudad está pronta a apostar, a ir más allá. Otra, indiferente, se ocupa de sus asuntos sin saber que no actuando es actuar. Y otra, calcula, especula siempre con el fracaso, la inmovilidad, la cerrazón o el negocio de unos cuantos. Es difícil saber de qué lado soplará el viento, cuándo la esforzada cordura logrará sacar pie adelante. Hay épocas pardas, otras luminosas, quién tendrá al final la respuesta que justifique o repruebe a cada generación.

Fluctúa, pero nunca se hunde, reza la divisa de una ciudad célebre. Así fluctúa Guadalajara. Enlodada a veces por la codicia o la usura, por la miopía o la dejadez; reluciente en otras por una vasta suma de honrados esfuerzos que no solamente la mantienen a flote, sino que la vuelven entrañable, apropiable. Contra la estupidez y el egoísmo, por la solidaridad y la fraternidad, crecen ahora mismo, en cada barrio, en cada calle, las semillas que buscan hacer florecer una mejor ciudad.

jpalomar@informador.com.mx
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