Jalisco

¿La desertificación de Guadalajara?

Son 156 mil habitantes menos en los últimos veinte años y la tendencia crece

Afortunadamente parece que por fin cunde la alarma acerca de un hecho gravísimo: Guadalajara (el área que corresponde al municipio del mismo nombre) se está vaciando. Son 156 mil habitantes menos en los últimos veinte años y la tendencia crece. Precisamente por esa razón, entre muchas otras, se planteó el Proyecto Alameda —que albergaría en principio a la Villa Panamericana— como un esfuerzo determinante para comenzar a revertir la tendencia de dejar vacía y en decadencia a la ciudad central.

Mezquindades políticas entorpecieron ese proyecto, que aún sigue vigente. Los terrenos, el material más difícil de conseguir, allí están, esperando que su propietario, el Ayuntamiento de Guadalajara, sepa llevar adelante un desarrollo mixto con clara predominancia de vivienda con adecuadas características y apropiada densidad.

Las razones por las que la ciudad determinó llevar adelante una acción a contracorriente de la inercia histórica y de la cortedad de miras, se hacen cada vez más evidentes. Lo que subyace en el fondo de la situación es algo sumamente serio: la devaluación de la segunda ciudad de México. Una devaluación que se expresa por la vía de los hechos, con los pies: yéndose a otro lado.

La codicia inmobiliaria y la miopía tapatía volvieron las posibilidades de vivir en la parte central de Guadalajara (que es ahora casi todo el municipio) cada vez más complicadas. Para los estratos de recursos medios y bajos no existe, prácticamente, una oferta pertinente dentro del término municipal que pueda proporcionarles una vivienda adecuada. Lo peor es que estas capas de la población se van hacia un espejismo: los “desarrollos” de casas baratas situadas en periferias depredadoras de la menguada ecología, desprovistas de servicios y carentes de cualquier identidad consistente.

Los estratos sociales de mayor poder adquisitivo han huido (a otros municipios) rumbo a ese fenómeno llamado “cotos”, en donde pretenden amurallarse en recintos cerrados que causan severos daños a la salud del tejido urbano y a la convivencia citadina. Provocando y acentuando este panorama se sitúa el grave e irresuelto problema de la movilidad de la ciudad. La crasa política de permitir la supervivencia del pésimo sistema de transporte público que sufrimos, por un lado, y de incentivar el uso del auto particular por el otro, ha surtido el efecto esperado: continuar despoblando la parte consolidada de Guadalajara. (Por mientras, se hace todo lo posible para seguir por ese camino: se sabotea por razones políticas el sistema BRT.)

Afortunadamente, una iniciativa acertada del Ayuntamiento de Guadalajara ha sido la creación del Instituto Municipal de la Vivienda. Con ideas claras y objetivos a corto plazo, esta institución pretende comenzar a generar oferta de vivienda para los sectores menos favorecidos dentro del municipio de Guadalajara. Habrá que acompañar estas acciones de vivienda con un mejoramiento general de las condiciones de habitabilidad de los barrios y corredores en donde estas medidas se implanten. Sería lógico y pertinente que este instituto retomara el Proyecto Alameda, que fue concebido para idénticos fines: el repoblamiento y la revitalización de la ciudad central tapatía.

jpalomar@informador.com.mx
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