Jalisco

La ciudad y los días

Un transporte de pesadilla

Los reportes aparecidos en la prensa de esta semana acerca del maltrato y el acoso sexual a las mujeres a bordo del “sistema” de camiones son escandalosos. Las cifras que se manejan, los porcentajes de mujeres usuarias vejadas de distintas maneras, son un verdadero baldón sobre la ciudad. Dan muchas más cosas que pensar.

El desarreglo de un organismo, es bien sabido, conduce irremediablemente a una situación cada vez más entrópica. El deterioro trae más deterioro. La vieja teoría de la ventana rota es perfectamente aplicable al “sistema” de transporte colectivo –particularmente al de los camiones– que funciona (o que sucede) en Guadalajara. Pero aquí son muchas ventanas rotas que invitan cada vez a que alguien rompa impunemente una más, o cause cualquier otro perjuicio.

Desde las literales ventanillas rotas en unidades que circulan, el trato injusto a los operadores, el maltrato que a su vez éstos dan al pasaje, las atestadas condiciones en que muchas veces circulan sin ningún control, el frecuente mal estado de las unidades, la contaminación atmosférica y auditiva que innecesariamente provocan, la maraña incomprensible e irracional que forman las rutas y su falta de confiabilidad, los inadecuados modos de conducir de ciertos choferes y el sistema al que se les somete que propicia las carreritas que a cada rato observamos. Un cúmulo de vicios, de deterioros, de ventanas rotas. Independientemente de la innegable responsabilidad de cada pasajero sobre su comportamiento hacia las mujeres, el clima de falsa permisibilidad y de falta de civilidad general de todo el “sistema” camionero constituye un medio apropiado para que el respeto por uno mismo y por los demás decaiga a nuevos e inadmisibles umbrales.

Ahora, triste paliativo, se debe recurrir a la segregación de sexos. Mientras que en todas partes se busca acceder a una igualdad respetuosa entre mujeres y hombres, la ciudad produce, ante la imposibilidad de hacer imperar condiciones mínimas de seguridad, lo que el dudoso gusto ha llamado “camiones rosas”.

Muy grave es lo que las mencionadas encuestas revelan sobre la actitud y la educación cívica y ética (y sexual) de una parte del pasaje camionero masculino. El relajamiento de la consideración con que se trata al prójimo tiene detrás una preocupante erosión de los valores esenciales para la convivencia. Lo mismo al manosear a una mujer aprovechándose de la situación que al maltratar la propiedad pública o al pintarrajear una casa ajena con aerosol. O al conducir majaderamente un auto particular o al ejercer conductas ya claramente delictivas. Las autoridades de educación deberían estar profundamente preocupadas. Y ocupadas en hacer algo.

Pero vuelta al “sistema” camionero: al árbol se le conoce por sus frutos. Este árbol ahora entrega la lamentable conducta de una fracción del pasaje masculino y la agresión cotidiana y cobarde a las mujeres. Desde hace mucho tiempo –décadas– se ha insistido en la profunda reforma que requiere el funcionamiento camionero tapatío en todos los órdenes. Esta situación –como si hiciera falta– la hace aún más urgente.

jpalomar@informador.com.mx
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