Jalisco

La ciudad y los días

468 años: interpretar la ciudad

Siempre será indispensable comprender de dónde viene un destino para interpretar su presente, columbrar su futuro. Más en el caso de las ciudades. Los 468 años que ahora conmemora Guadalajara desde su fundación renuevan los motivos para tratar de ahondar en la reflexión sobre su devenir, su estado actual, sus posibilidades.

Es importante contar con referencias. Cercanas y lejanas, contemporáneas y distantes. Sin ellas, se carece de parámetros que ayuden a situar nuestra propia realidad urbana. En las buenas prácticas del urbanismo jalisciense –que, a pesar de todo, no han sido pocas– esta curiosidad inteligente que alimentan los viajes y la documentación ha sido una constante.

Los modelos estudiados han sido múltiples. No es ninguna novedad –salvo quizás en los titulares de los periódicos– que se analicen otras realidades urbanas, que se dialogue con profesionales, estudiosos, viajeros de otras tierras. Esta mutua alimentación está en el centro del debate urbano que ha informado la mayoría de las ciudades del mundo. Lejos de verlo como una peculiar o discutible actividad, es (o debería ser) parte integral del ejercicio de quienes se ocupan de los destinos de la urbe. Pero sin provincianismo mal entendido u oportunismo miope.

Hay otra veta, más importante y profunda, para encarar la realidad urbana de Guadalajara. El análisis detenido y detallado de su origen y su evolución mismas. La vivencia cotidiana y continuada de sus ámbitos, sus barrios y sus suburbios, de sus equipamientos más destacados y de sus contextos marginados. Y el diálogo que esta doble experiencia, la académica y la vivencial002C suscita con diversos tipos de habitantes, desde los más versados en el tema urbano, los especialistas en diversas disciplinas, los ciudadanos comunes. Sin olvidar, por supuesto, la visión esencial de los niños.

Todo esto para desembocar en una consideración central: las ciudades se descifran, y luego se interpretan. Una interpretación es a la vez una comprensión profunda y, como en el caso de la música, una particular modulación, una específica ejecución de esa comprensión vertida en un acto de recreación. A partir de una adecuada interpretación de la ciudad es posible enderezar nuevos esfuerzos, distintas tentativas, intervenciones alternas. Y también es posible, una vez consignadas ciertas constantes, develado el talante profundo de una urbe, dar seguimiento a tradiciones valederas, a esfuerzos previos que confirman su atingencia.

Un valle limitado por una serranía boscosa y una barranca considerable, por valles de feracidad comprobada a través de los siglos; una población específica y cambiante, unas necesidades y urgencias que es indispensable atender, una determinada conformación socioeconómica y cultural. Piezas, junto con otras muchas, para establecer la ineludible apuesta para lograr dejar una mejor Guadalajara que la que encontramos.

jpalomar@informador.com.mx
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