Jalisco
LA CIUDAD Y LOS DÍAS (23 de mayo de 2008)
Los dilemas de la ciudad
Cada decisión que se toma sobre el terreno de la ciudad conlleva una significación trascendente. La casa de todos, el ámbito público, tiene por su misma esencia la mayor dignidad, es merecedor de todo el respeto y consideración por parte de autoridades y ciudadanos. Nada es justificable de hacerse a la ligera, con frivolidad o por motivos que favorezcan a unos cuantos en perjuicio de la mayoría.
Lo anterior es aplicable a muchos casos, a diversos asuntos que oscilan entre el detalle aparentemente menor y las decisiones mayores. Tomemos por ejemplo el caso de la publicidad exterior.
Bajo pretexto de permitir la realización de negocios particulares se usa y ocupa el espacio visual público. Cuando esto no se hace bajo lineamientos específicos y ordenamientos lógicos la resultante es una cacofonía visual, una descomposición del paisaje urbano que atenta contra un derecho elemental de los individuos: el de contar con una ciudad legible y ordenada.
El invento de los anuncios espectaculares ha sido particularmente nocivo para la armonía de los entornos citadinos. No es casualidad que en ninguna ciudad que se precie de guardar un adecuado contexto urbano este tipo de publicidad esté terminantemente prohibida en las áreas generales de su tejido, y más en las zonas patrimoniales. El hecho de que en nuestro medio sigamos tolerando el desorden, de que sigan brotando anuncios sin autorización, será visto en un futuro -que esperamos próximo- como una clara señal de rezago en la gobernanza urbana, como una muestra de atraso cívico e incluso de primitivismo comercial.
Hay otros tipos de decisiones que revisten una mayor complejidad y en los que es necesario discernir con cuidado todos los ángulos para definir las acciones que mejor sirvan a la comunidad. Puede ser el caso de la movilidad urbana. Tarde o temprano la ciudad se enfrenta al dilema de qué opción tomar frente a la manera de desplazarse en su territorio.
En el pasado, la inercia comercial y las aspiraciones de amplios grupos en ascenso social orillaron a optar por favorecer la realización de obras que facilitaban el transporte automotor individual. El coche, durante varias décadas, ha sido el centro y el rey de la ciudad. La cuantía de lo que se ha perdido por esta situación es altísima. Hemos perdido la oportunidad de construir, desde hace décadas, el transporte colectivo que favoreciera a las mayorías y permitiera una mejor calidad de vida para todos los habitantes.
La situación parece haber cambiado. Hay un consenso cada vez más extendido acerca de la imposibilidad de tener una movilidad basada en el automóvil particular. Los ubicuos congestionamientos que la ciudad ya padece no son más que el anuncio de lo que vendrá si no se cambia de raíz la concepción de cómo desplazarse en la ciudad. Y si no se llevan a efecto las medidas alternas a este sistema.
Afortunadamente se han comenzado ya las obras para contar con la primera línea de camiones articulados por carriles confinados a lo largo de la Calzada Independencia. Se anuncian más. También se inician los esfuerzos por instalar los primeros trazos de una red de ciclovías.
Estas son opciones que se toman, decisiones que es preciso llevar a buen término, para poder aspirar, en el corto plazo, a una mejor ciudad.
jpalomar@informador.com.mx
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