Jalisco
—“Inevitable”
Los panistas, pues, a fuerza de sumar torpezas a las ineptitudes, han hecho todo lo humanamente posible para que los ciudadanos, aprovechando que quizá sea cierto que “la alternancia llegó para quedarse”, les retiren el mandato
—II—
Ya sucedió, de hecho, en las más recientes elecciones locales: al menos en los municipios conurbados con Guadalajara, el PAN, que llegó a gobernarlos todos, perdió por goliza. Era previsible: gobernar desgasta.
Los gobernantes, en efecto, tienen mucho tiempo para sumar trapacerías a sus ineficiencias. Pero llega un día (el día de las elecciones) en que la democracia da la revancha a la eterna víctima. El ciudadano, ese día, es omnipotente: tiene oportunidad de cobrarse, trazando una cruz sobre una boleta, las facturas de todos los platos rotos.
El PRI ya pasó por esas. Aquella sociedad tapatía “muy agraviada” —como la retrató el entonces candidato del tricolor a la Presidencia de la República, Ernesto Zedillo—, se cobró, de un plumazo, los agravios acumulados durante décadas, y particularmente las gotas que terminaron por rebosar el vaso: la torpeza con que se manejó, antes y después, el asunto de las explosiones en el Sector Reforma; el asesinato del cardenal Posadas Ocampo; los burdos actos de nepotismo de la grotesca dinastía de “los papayos”... Los electores cedieron la estafeta a los más valientes, claridosos y contumaces críticos de los regímenes priistas. A los panistas, por desgracia, les quedó grande la distinción. Demostraron ser tan deshonestos como sus antecesores... y, quizá, más torpes y más incompetentes que ellos.
—III—
Los panistas, pues, a fuerza de sumar torpezas a las ineptitudes, han hecho todo lo humanamente posible para que los ciudadanos, aprovechando que quizá sea cierto que “la alternancia llegó para quedarse”, les retiren el mandato. La incógnita que sigue latente estriba en lo que han hecho —¡si algo han hecho...!— los posibles candidatos del PRI a recoger la estafeta que durante tantos años fue suya, para demostrar que aprendieron la lección; para ser dignos de la confianza de los electores; para prepararse, en suma, no sólo para dar el gatazo como buenos candidatos (sonrisa seductora, palabra fácil...), sino para empaparse de los problemas de la población y comprometerse a dar pasos concretos hacia la solución de los mismos.
Está probado: ganar una elección, cualquiera lo hace; gobernar, en cambio, no cualquiera...
JAIME GARCÍA ELÍAS / Periodista y conductor radiofónico.
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