Jalisco

Identidad, dignidad

Guadalajara en el año 1945 contaba con 300 mil habitantes, en 1958 eran 800 mil y para 1964 festejó el acceso al millón

De uno a otro extremo de la Zona Metropolitana de Guadalajara (ZMG) es recorrido que puede tomar, conservadoramente, de una a dos horas dependiendo del día, contingencias, medio de transporte y la ausencia de incidentes, que infortunadamente cada día elevan las estadísticas.

Guadalajara en el año 1945 contaba con 300 mil habitantes, en 1958 eran 800 mil y para 1964 festejó el acceso al millón. Al nacer aquel niño, recibió los nombres de Juan José Francisco, en razón de Juan Gil Preciado, gobernador de Jalisco; José, por el cardenal José Garibi Rivera, y Francisco por el presidente municipal, Francisco Medina Ascensio.

El 18 de septiembre de 1985 tembló en la Ciudad de México, y quienes pudieron, tomaron la decisión de trasladarse a otras ciudades, entre ellas Guadalajara. Este acontecimiento, aunado al crecimiento demográfico natural, motivó la sobrepoblación de municipios aledaños a la capital de Jalisco, mismos que ahora se han integrando la actual zona metropolitana en la que habitan más de cuatro millones, cifra que determinará el próximo censo de población.

Aquella Guadalajara tranquila, añorada por quienes contamos más de medio siglo de vida, seguramente no volverá, porque el tiempo apremia y en cada crucero y arteria el riesgo crece.
La pérdida de identidad conduce a la indignidad de dar y recibir favores al pasar con luz roja o exceder velocidad, entre otros quizá menos peligrosos como estacionar sobre banquetas y cocheras. De esta forma causa temor la infracción, pero no la pérdida de valores cada vez más lejanos y hasta calificados ridículos, que nos convierten en actores o víctimas de una desgracia fatal.

Infortunadamente, tampoco ha sido paralelo el crecimiento demográfico y vehicular con la cultura vial. La prisa justifica la imprudencia y con ella las normas de tolerancia para la seguridad. Hay temor a la infracción por su costo en dinero y tiempo empleado al acudir a hacer su pago. La alternativa, siempre que es necesaria, se llama gratificación.

La pérdida de identidad se convierte en vileza, tangible en ambiente hostil, sustituto de la cortesía urbana imprescindible en la vida social que se impondría como imperativo para mantener y desarrollar calidad de vida al habitar una urbe con características macro.

La seguridad como la cultura vial, es responsabilidad del Gobierno del Estado, directamente de la Secretaría de Vialidad y Transporte; pero los elementos uniformados son insuficientes e ineficaces para controlar el respeto a ley y reglamentos. Cada día crece el número de víctimas y victimarios, imprudentes o inocentes, finalmente usuarios todos de calles y avenidas donde acecha el peligro. La única prevención es comportamiento civilizado y promoción de la cultura urbana.

Dios nos guarde de la discordia.
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