Jalisco

Hidalgo mil caras

Fue un revolucionario nato en el sentido más amplio de la palabra y amante de las cosas prohibidas

Si algo bueno dejó el Bicentenario es la recuperación del personaje de Hidalgo. El personaje plano, con cara de circunspecto, un tanto triste y mirada acuosa que nos vendían en libros de texto y en las cartitas de la papelería La Calva (así se llamaba, aunque he de confesar que nunca vi a la señora pelona que le diera sentido al nombre de la papelería especialista en cartitas). Hoy nos quejamos del Copy and Paste (copipeis, en español) de los estudiantes pero hemos de confesar que antes había algunos pocos que hacían el esfuerzo por el copy, y transcribían a mano lo que decían las cartitas, la mayoría era puro paste con resistol blanco en cartulinas de $1.50. Así, mal aprendimos que Hidalgo era un sacerdote preocupado por su pueblo y que dio el grito de independencia cargando un estandarte de la Virgen de Guadalupe, vino a Guadalajara y abolió la esclavitud, lo atraparon en el puente de Calderón y al final lo mataron. Y muerto el perro, nació el mito.

Hoy sabemos que Hidalgo fue un personaje riquísimo y complejo. Fue un revolucionario nato en el sentido más amplio de la palabra y amante de las cosas prohibidas: el juego, las mujeres, la música, los libros, las ideas novedosas. Era un criollo que creía en la igualdad y un párroco que trabajaba con las comunidades indígenas. Un pésimo estratega militar y un líder de un ejército desordenado y cruel.

¿Cuál Hidalgo es el padre de la Patria: el sibarita amante de la buena vida, el luchador social que trabajaba por los derechos de los indígenas, el intelectual que contra las indicaciones de sus superiores eclesiásticos leyó, discutió y difundió las ideas de la modernidad, o el militar desordenado y cruel que juntó una turba de 25 mil independentistas, que permitía y alentaba los saqueos y que pasó a cuchillo a cientos de personas inocentes? Todos. Todos esos es Hidalgo; un padre de muchos hijos y un hijo de su maiz cuando se trató de la guerra; una hombre de ideas claras pero incapaz de forjar una estrategia militar mínimamente coherente; un cura cercano a sus fieles y un fiel devoto de sus vicios.

La iconografía del padre de la Patria (no sé si es casualidad o destino, pero somos una patria que tuvo padre pero que nunca no tuvo madre) no es menos contradictoria que su personalidad. Como no hay una imagen clara de su rostro en los años previos a 1810, Miguel Ignacio Hidalgo es literalmente un polifacético; tiene tantas caras como la imaginación ha permitido. Por una estatuilla realizada en cera en su paso por Guadalajara, sabemos que Hidalgo era narizón y de pelo blanco, pero la estatuilla no aporta nada más porque en ella aparece con capa negra y sombrero. Por algunas descripciones de la época de la Guerra de Independencia sabemos que era de sienes amplias o medio calvo, y nada más. Así pues, en lo sucesivo cualquier calvo, canoso de nariz aguileña es un Hidalgo. Hay una cara de Hidalgo para cada hijo de la Patria.
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