Jalisco
¿Guadalajara rezagada?
La competitividad debería medirse con indicadores más amplios y a la vez más finos: ¿Qué tan contenta vive la gente en Guadalajara? ¿Y cómo quiere seguir viviendo?
Hasta aquí el asunto es claro: no se trata de hablar de lo que realmente es el tema y el fondo de las ciudades: dar a sus habitantes una buena calidad de vida. Claro, se podrá decir, con derrama económica, con dinero puro y duro es con lo que se logra la dichosa calidad esa. Quién sabe. No sólo de pan… Guadalajara es una ciudad con características muy específicas. Para empezar, su talante mismo, su genio, es todo un tema. Para seguir, un rasgo fundamental de la Zona Metropolitana: es un inmenso conglomerado de pequeños negocios, empresas familiares, tianguis diversos, talleres mínimos, negocios domésticos y unas pocas empresas grandes. Esto hace su composición urbana altamente compleja. Y la correspondiente gestión, por parte de las autoridades es ardua y dificultosa. De allí una de las causas de que “cueste mucho trabajo” abrir un negocio nuevo tan rápido como en otros lados.
Basta ver la gigantesca montaña de expedientes que en el puro municipio de Guadalajara se han amontonado a la espera de su trámite: dos mil 400 recursos de revisión rezagados, de los que, se dice, derivaría una inversión ahora “frenada” de mil 800 millones de pesos. Habría que ir con cuidado. Estos “recursos de revisión” lo que revisan es la falta de concordancia entre lo que dice la ley (los Planes Parciales de Desarrollo Urbano) y el deseo de quien quiere poner un taller, levantar una torre habitacional o abrir una oficina en donde los citados planes dicen expresamente que no se puede. Por esta razón, la administración pasada hizo la revisión, actualización y consulta de los planes para ver lo que sí se puede y lo que no, en beneficio de la mayoría de la población. Dichos planes no fueron aprobados por razones políticas y el enorme trabajo y los considerables gastos realizados ahora se desperdician, también por razones políticas.
Un señor que vive en una cuadra habitacional equis de un barrio determinado, decide poner un taller de soldaduría en su casa. Va y pide licencia. Por supuesto que le dicen que no. Esto no tiene que ver con “mejoras regulatorias”. Está en el plan, y en la razón. Este ejemplo –con distintas variantes y cuantías– se multiplica por todos lados.
Restaurantes y bares, tiendas llamadas de conveniencia, edificios altos, oficinas y un largo etcétera. Unos serían benéficos, otros no. Habría también que ver el clima de “noísmo” que tanto parece agradar a los tapatíos últimamente. Basta revisar la historia reciente, en la que propuestas bien fundamentadas y razonadas han sido duramente combatidas a golpe de cacerolismo urbano-político. De los recursos a revisar habrá muchos que podrán proceder porque son razonables. Y muchos que no. Así son las ciudades civilizadas. Lo fundamental es tener planes bien hechos que sean luego ley. Pero este es solamente uno de los temas.
La competitividad debería medirse con indicadores más amplios y a la vez más finos: ¿Qué tan contenta vive la gente en Guadalajara? ¿Y cómo quiere seguir viviendo?
Síguenos en