Jalisco

Fábula del gigante y el retador

El retador está desesperado. Perdió toda concentración y, sin decir agua va, a media pelea decide emprender la bronca contra un grupo en la tribuna

Imagine una pelea de box. Mientras el gigante hace alarde de fuerza, el retador (guardia derecha, por supuesto), con gran disciplina comienza a dar medidos ganchos al hígado con la izquierda. Uno, dos, finta y al hígado. Uno, dos, finta y al hígado. La operación se repite una y otra vez. El gigante desesperado comienza a lanzar golpes volados (vulgo, desplegados) que no dan en el objetivo.

Se pone histérico, no hay coordinación entre sus miembros, la estrategia se desdibuja. Uno, dos, finta y al hígado, otro y otro más. Finta con la derecha y golpe con la izquierda, ahí donde duele, en las partes blandas del gigante (la rendición de cuentas). El respetable festeja al manager, ¡qué manera tan inteligente de plantear la pelea y de enfrentar al gigante!

Cuando el público expectante está esperando que el gigante doble las piernas y el disciplinado retador remate con un 1-2 al mentón que termine en KO, súbitamente y sin explicación el retador resbala y cae de bruces en la esquina del gigante. Patina, hace un papelón, suena la campana y él sigue ahí. Uno de sus asistentes lo recoge y lo lleva a su esquina. Cuando se oye el agudo martilleo de la campana para un nuevo round se levanta destanteado (como si estuviera crudo) y el gigante aprovecha para meterle un duro recto al mentón (en forma de marcha) que no lo tumba pero lo deja herido, ante el asombro del público que súbitamente ve cómo se empareja la pelea.

 La batalla sigue. El retador se ve turulato y aunque intenta mantener la disciplina, los golpes al hígado han perdido efecto. Son apenas unos golpecitos telegrafiados que no hacen daño. En la esquina del retador hay desaliento. No es el mismo después del resbalón: se ve debilitado y lo peor, él se sabe debilitado.

El retador está desesperado. Perdió toda concentración y, sin decir agua va, a media pelea decide emprender la bronca contra un grupo en la tribuna. Se envalentona, los increpa. “¡no les he perdido el asquito!”, les grita. El público se levanta de los asientos y le chifla. En cosas de minutos se echó a toda la tribuna encima, ante el azoro del gigante que simplemente observa el espectáculo y aprovecha para tomar aire y prepararse para el siguiente round.

Tong, salen los boxeadores a un episodio más y sorpresa, el retador ya no ataca al gigante, se deja ir directo contra el réferi, lo increpa y lo acusa de no hacer lo que manda el jefe (Don King Calderón) y que el pleito contra el gigante es por su culpa. El gigante regresa a su esquina y se sienta a esperar que le traigan su premio. Le da igual si se lo da el retador o el réferi, esta batalla no era por dinero, lo que está en juego es la pelea de campeonato en 2012.

En la esquina del gigante se escucha “pop”; alguien ha abierto una botella de champaña.
Síguenos en

Temas

Sigue navegando