Jalisco
Éxitos fallidos
Quizás el éxito más frustrado de la ciudad es también el más presumido y, a la vez, el más triste: el sistema de tren eléctrico urbano
Para los curiosos de esos casos “de cómo tirar al fracaso aquello de cuyo éxito se tiene a la mano”, no tenemos que viajar muy lejos para encontrar manifiestas algunas muestras cercanas en donde se ha malogrado el sueño del éxito anhelado. Nuestra ciudad nos pone enfrente ejemplos documentados a diario.
Están, por ejemplo, las banquetas de la Avenida Vallarta, en las que supuestamente se iba a uniformar el estilo y la hechura y dignificar a los peatones, y cuyo resultado opuesto ha sido quizás el más visible para la ciudad. O la presa de Arcediano, a la cual se le invirtieron cientos de millones de pesos para terminar reteniendo ni una sola gota de agua. O el proyecto de la Villa Panamericana, con el que quiso imponer un nuevo estilo de vida al Centro Histórico derrumbando lo construido sin haberse preparado para construir los nuevos lotes baldíos. O el orgulloso Macrobús, que con su magna inversión de mil millones de pesos vino a deprimir la vida y la economía y entorpecer la vialidad de la Calzada de la Independencia y así despertar la oposición popular a propuestas futuras.
O la proyectada grandiosa Puerta de Guadalajara, por la que no se entraría a, ni se saldría de, nada de nada. O el proyecto tan presumido del tren suburbano, al cual se le gastaron varias decenas de millones de pesos en estudios que terminaron advirtiendo que si no se tomaba en serio, pues entonces no tendría sentido por qué hacerse. Y mejor no seguirle con aquellos centros comerciales construidos sobre los lechos de arroyos para que se inunden cada temporada de lluvias.
Quizás el éxito más frustrado de la ciudad es también el más presumido y, a la vez, el más triste: el sistema de tren eléctrico urbano, que fue planteado, desde hace más de 5 lustros, para impulsar a nuestra metrópoli hacía la modernidad del Siglo XXI. El capricho de pasarlo por debajo del entubado río-drenaje de San Juan de Dios provocó las explosiones que dieron fama internacional a la ciudad que, además, desaprovechaba la oportunidad de articular los nuevos servicios de alta movilidad y fomentar bien la construcción vertical mixta con vivienda sobre locales comerciales a nivel de banqueta, como en cualquier ciudad decente del mundo. Por esto, tanto la calle de Federalismo, como la de Javier Mina, muestran una imagen urbana paupérrima, producto de una carente planeación urbana digna. Ni siquiera se vislumbraron las nuevas oportunidades de negocios inmobiliarios que esto ponía a la mano de... justo a quienes las podrían aprovechar.
Ya los griegos, que han sido nuestra cuna civilizadora, nos advertían del hubris, o el orgullo desmedido que hace creer a los mortales superiores a los dioses o demás instituciones. Dicho hubris “era considerado como el más grave de los defectos, y la causa fundamental de todos los infortunios”.
Mientras la ciudad crezca más a caprichos, que por instrumentos profesionales de planeación urbana integral, podemos esperar todavía más ejemplos de otros éxitos fallidos por venir.
Es lamentable que una ciudad que supo crecer bien por varios siglos haya olvidado la manera de hacerlo justamente cuando más lo necesita. Este es, quizás, el éxito más fallido de todos: haber perdido la brújula y los mapas que le llevaban a buen puerto.
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