Jalisco

Exhortos y sonrisas pesimistas

Lo que nos falta es institucionalidad y la debilidad de ésta se comprueba cotidianamente en las ventajas de los influyentes sobre las restricciones de las normas

Los dirigentes de las cúpulas empresariales lanzaron, por enésima ocasión, un llamado a gobernantes y partidos políticos para que modifiquen la dinámica de sus relaciones y dejen de actuar en contra de los intereses de la ciudadanía. El discurso de los hombres de negocios no puede menos que provocar una sonrisa compasiva, no por la intención que encierra su mensaje (aparentemente buena), sino por el exasperante y confuso diálogo de sordos que se desarrolla todos los días.

Júzguese si es esto cierto o no, cuando uno de esos gobernantes aludidos, el alcalde de Guadalajara, Aristóteles Sandoval, declara justo el mismo día que sacará adelante un endeudamiento sobre la ciudad por mil 100 millones de pesos para pavimentar calles “a pesar de intereses políticos” que se oponen, dice, a lo que sus gobernados le exigen.

En este punto ya no se sabe cuáles son los intereses malignos que se oponen a los proyectos benignos, si es que alguien puede distinguir unos de otros. ¿Quién lleva razón, el alcalde esforzado o los empresarios bienintencionados? El juego de palabras se transforma en un laberinto sin salida que está construido precisamente para confundir, y cualquier político con mediana formación sabe, hasta instintivamente, que su carrera será longeva si cumple dos condiciones: mantener veladas sus intenciones y conseguir aliados suficientes para controlar un segmento de poder. Si esto se cumple, el resto es pan comido.

¿Dónde están los políticos que abiertamente se revelaron contra el sistema? Si no muertos, sí fuera de circulación; se convierten en pregoneros o acusadores sin ningún peso específico.

Los empresarios, además, presentan públicamente sus argumentos en un esfuerzo por encarnar la representación de toda la sociedad, cuando son en realidad un solo sector de la población, importante sí, pero limitado. Su exhorto remite siempre al Pacto de La Moncloa que tan útil le fue a los españoles en 1977, pero que no aplica en nuestra sociedad mientras no se consolide, antes, un cuerpo de leyes que reduzca los poderes fácticos y no deje lugar a la impunidad.

Lo que nos falta es institucionalidad y la debilidad de ésta se comprueba cotidianamente en las ventajas de los influyentes sobre las restricciones de las normas. Un ejemplo aplastante y perdurable de este esquema de ejercicio de poder tuvo lugar la noche en que el gobernador Emilio González acudió a la casa del ex rector de la UdeG, Raúl Padilla López, a negociar, sin éxito, nuevas condiciones en el conflicto entre el Gobierno del Estado y el Grupo Universidad.

Puede considerarse que esta visión es ante todo pesimista, cuando el empresariado en pleno llama a cambiar un estado de cosas que perjudica a los más para beneficiar a los menos, pero como dijo el escritor y periodista Antonio Mingote, “un pesimista es un optimista bien informado”.

Por algo se empieza.
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