Jalisco

—''Espejito, espejito...''

Que nos digan que el México de hoy se parece a la Colombia de hace 20 años, nos molesta

¡Ah, no: a celosos de la honra —modestia aparte— aún no nace quien nos gane...!

—II—

Puestos a colocar los puntos sobre las correspondientes íes, una cosa es que el espejo se empecine en devolvernos una imagen muy diferente a la que quisiéramos de nosotros mismos, y otra muy diferente que alguien meta su cuchara y responda algo que nada tiene que ver con lo que quisiéramos oír, como respuesta a la clásica pregunta de “Espejito, espejito, ¿hay alguien más lindo que yo...?”.

Vaya: cuando se quiera conocer la respetable opinión de la señora Hillary Clinton (ex primera dama de los Estados Unidos, actual secretaria de Estado norteamericana..., y, hace algunos meses, despistada turista que visitó la Basílica de Guadalupe e incurrió, mientras contemplaba la milagrosa tilma de Juan Diego, en el imperdonable “oso” de preguntar “Y, ¿quién la pintó...?”) acerca de la incontenible ola de criminalidad que aqueja a México, y que se acentuó, precisamente, a partir de que el Gobierno federal alborotó el avispero al declarar, a principios de la actual administración, la “guerra al narco”, ya se designará una comisión que vaya a visitarla y a preguntárselo.

Mientras tanto, el que la distinguida señora y prominente funcionaria declare, como acaba de hacerlo, que el México de hoy se parece a la Colombia de hace 20 años, nos molesta. Nos ofende. Nos lastima...

Nos duele, porque tal aseveración lleva implícito el menosprecio... o, al menos, el consejo de que México, para enfrentar con posibilidades de triunfo al enemigo que tiene enfrente y que le ha causado innumerables bajas entre los mandos de seguridad, entre las autoridades civiles y aun entre los inocentes ciudadanos —mujeres y niños incluidos— que tienen la desgracia de atravesarse en la trayectoria de las balas, necesita de un apoyo similar al que Colombia tuvo que aceptar de los Estados Unidos, para poner en operación una estrategia conjunta (el “Plan Colombia”), aunque financiada, orquestada y dirigida... ya se sabe por quién.

—III—

Se comprende, por lo tanto, la reacción unánime de rechazo: diputados y senadores, indistintamente de ideologías y de colores, como un solo hombre, externaron, indignados, su sacrosanta irritación por tales declaraciones.

Ya habrá manera de hacerle llegar a la señora Clinton —con toda la cortesía proverbial del mexicano, pero también con toda la energía con que acostumbramos enfrentar a los “masiosares”— el mensaje de que ya sabemos cómo somos... pero no nos gusta que nos lo digan.
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