Jalisco

Entre chispas y recáspitas

Después de horas sin luz en toda la cuadra por obra de la remodelación de la vecina, la indignada es ella

Pos bueno, todo sea porque mi vecina, a la que bien poco conozco porque apenas se digna saludar a quienes le rodeamos, componga el exterior de su casa, agregándole un exótico y abigarrado frontispicio en el que ha invertido más tiempo y centavos que los que ameritaría una modesta vivienda de siete por veinte.

Todo sea con tal de que no se le frustre la pretensión de sacar de serie su vivienda, destacándola entre las tres docenas de idénticas que la rodean, con una caprichosa estructura, algo así como una mezcla del Partenón con tejabán de pueblo, en donde ladrillos, tejas, fierros y canteras intentan armonizar con un par de pétreos  y dientones guardianes que custodian con ferocidad el ingreso, echados al pie de sendas columnas de apariencia marmórea (válgame Dios).

Por la boca más eficiente y comunicativa de la comarca, el vecindario entero ha sido notificado de que la dama de marras nos honrará con su convivencia, sólo durante el breve tiempo que le tomará concluir la mansión que corresponde a su linajuda  prosapia capitalina, que hubo de tomarse una tregua, cuando los fallidos negocios de su marido la obligaron a cambiar temporalmente de asientos.

Así que remodelación más ociosa no se me podría ocurrir, pero cada quien su mal gusto y su derecho a ejercerlo, siempre y cuando no comprometa la seguridad y tranquilidad ajenas, cual sucedió con mi empingorotada vecina quien, al cabo de dos semanas de obstaculizar el libre flujo de autos y viandantes con cerros de arena, ladrillos y vigas, empleó a un cuarteto de insolventes alarifes que en su primer intento de soldadura dejaron sin suministro eléctrico a la cuadra entera, por andarse colgando del poste que les quedó más cercano.

Entre harta chispa, humo y efectos especiales, se hizo la oscuridad, la incomunicación, la insalubridad y el berrinche colectivo por cuantos desaguisados sobrevienen al cabo de más de doce horas sin energía eléctrica que, como quiera y por la experiencia que hemos agarrado con las tormentas, hemos aprendido a sobrellevar. De cualquier modo habríamos, incluso, dispensado la perversa excentricidad de contaminar el panorama visual con sus delirios arquitectónicos, pero lo que nos resultó a todas velas insostenible fue la cachaza e indecencia de la citada mujer que, lejos de aclarar o disculparse por las averías provocadas a otros, encima se hizo la ofendida cuando el resto quiso averiguar el origen de las mismas.

A la gloriosa comisión le tomó once horas acatar la petición de reparación del desperfecto. A los damnificados, apenas dos minutos enterarnos de que a nuestra cuadra llegó a vivir la reencarnación de la emperatriz Carlota quien, además de su oprobioso mal gusto, se carga una insolencia y displicente altivez que mejor le convendría emplear con los matalotes que contrató para que le hicieran el trabajito que, de pasada y para regocijo de los vecinos (que somos bien malos y vengativos), dejó como saldo adicional  un par de leones tiesos y discapacitados. Un felino chimuelo y otro sin cola podrían disuadir a su dueña de apostarlos en el ingreso (Dios nos oiga).

patyblue100@yahoo.com
   
Síguenos en

Temas

Sigue navegando