Jalisco
En esta ciudad no se admiten niños
Por: Alfredo Hidalgo
Zacarías, 8, 3-4
A partir de este buen deseo bíblico que sin duda todos compartimos, reflexionemos un poco acerca de la relación entre los niños y la ciudad. La historia reciente, pareciera augurar que llegará el día en que se declare: “En esta ciudad, no se admiten niños”. Sin duda esto sería impensable, entonces cambiemos la pregunta: ¿Qué le podría “regalar” la ciudad a los niños en su día? Seguramente lograr cosas básicas como tomar en cuenta sus pareceres, sería un gran regalo, porque como dice El Principito: “lo verdaderamente importante es invisible para los ojos”.
El pedagogo Francesco Tonucci afirma que durante los primeros seis años de vida se establecen los cimientos de lo que será el resto de su vida, de ahí la importancia de esa etapa donde la educación formal y los libros, son menos trascendentes que el juego: “El juego ocurre justamente en la relación de los niños con su medio, el niño con su ciudad”. En ciudades como la nuestra hemos ido perdiendo la posibilidad de que los niños salgan a jugar libremente a la calle con otros niños, la inseguridad les ha arrebatado ese derecho y la posibilidad de aprender a apreciar y manejar el espacio y los obstáculos. Hoy, afirma Tonucci, “podemos decir con tristeza que los niños han perdido la ciudad para su disfrute y aprendizaje, y la ciudad ha perdido los niños para engrandecerse”.
El tema de espacios dignos para los niños es una obligación, la Declaración de la ONU de los Derechos del Niño de 1959 menciona que “la humanidad debe al niño lo mejor que puede darle”, en el principio 7 dice: “El niño debe disfrutar plenamente de juegos y recreaciones, los cuales deben estar orientados hacia los fines perseguidos por la educación; la sociedad y las autoridades públicas se esforzarán por promover el goce de este derecho”.
La ciudad de hoy complica el desarrollo de los niños, quienes se forman a través de tres tipos de actividades y relaciones que son: la familia, la escuela y el tiempo libre. Este último tiene que ver con la posibilidad de que los niños salgan a la calle, se vean con sus amigos, jueguen, enfrenten a retos, conozcan, usen el espacio público para irse convirtiendo en ciudadanos; después vuelvan y compartan esas experiencias con su familia. Cuando esto no lo pueden hacer, están perdiendo algo valioso.
Un político le preguntó a Filippo, un niño del Consejo de los niños de Roma, de nueve años: “¿Qué pueden hacer ustedes, los chicos, por la paz?”, la pregunta no era la mejor para quienes menos tienen que ver con las guerras, pero él respondió: “Nosotros los niños no podemos hacer mucho por la paz, pero podemos ayudarlos a cambiar la ciudad.”
Tenemos que preguntarnos profundamente ¿por qué estamos construyendo ciudades de y para adultos? ¿qué espacios estamos dejando en la ciudad para que jueguen los niños comparado con los que estamos dejando para que circulen y se estacionen vehículos? Ahora los niños no tienen permiso para salir, después no tendrán permiso para entrar. Tenemos que actuar pensando en ellos, pensando como ellos. Lo que es bueno para los niños, es bueno para todos y para el planeta.
Alfredo Hidalgo Rasmussen, arquitecto. alfredo@infotectura.org
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