Jalisco
El regalo del enemigo
Si la vía de Ferrocarril es hoy una cicatriz en la ciudad, que segrega, se convierte en una barrera, con la Vía Express será literalmente un muro
Si la vía de Ferrocarril es hoy una cicatriz en la ciudad, que segrega, se convierte en una barrera, con la Vía Express será literalmente un muro. Los promotores alegan que al ser elevada, la vía genera transparencia. Lo que no dicen es que parte del acuerdo con ferrocarriles es poner una barda a lo largo de la vía en la ciudad para evitar que la gente pase. Eso significa que lo que ahora es una barrera urbana, terminará siendo un muro que segmentará la ciudad. Otra vez como el famoso parchi-viaducto López Mateos, vamos a obligar a los peatones, que son lo únicos que no tienen motor, a ser los que hagan el esfuerzo.
El aval financiero del Gobierno del Estado no es poca cosa. El Gobierno, como cualquier persona o empresa, tiene un límite de crédito. Si tomamos riesgo para la obra del viaducto, en automático se nos reduce la posibilidad de tomar riesgo o ser avales en otros proyectos que sí son urgentes y vitales para la ciudad, en concreto transporte público.
El otro tema tiene que ver con la integración de una vialidad de paga con el mundo de los normales. A la Vía Express hay que subir y bajar, hay que integrarla, para que sea negocio y el concesionario no nos la regrese porque no se cumplieron las expectativas de flujo que le vendimos. Habrá pues que adecuar la ciudad para que la gente use la vía, es decir le vamos a gastar en obras viales en función de una vía de paga y no de lo que necesitamos.
Pero el argumento fundamental para no aceptar el regalo es que va en sentido contrario de lo que la ciudad requiere. Juan Palomar lo dijo de manera inmejorable: “siembra calles y cosecharás automóviles”. Si el problema de la ciudad es la cantidad de automóviles por habitante y la pérdida de densidad urbana, esta obra va exactamente en sentido opuesto.
Hay pues que darles las gracias a los que nos quieren dar este regalo envenenado. No necesitamos un carro viejo, una solución de 1950 en la segunda década del siglo XXI. Gracias y a otra cosa.
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