Jalisco
El miedo y la inseguridad
Falta que nos ofrezcan más seguridad quienes se supone nos deben proteger de los peligros
También nos produce miedo perder nuestras propiedades o bienes materiales. En fin, la lista de cosas que nos generan miedo es tan larga como cada quien lo permita. Lo que es evidente es que el miedo aparece cuando se pierde la fe, la confianza, la seguridad, la certeza de protección que nos garantiza tranquilidad y paz.
Pues se discute el clima de inseguridad que vivimos y se atribuye la causa a la delincuencia organizada, que amenaza la tranquilidad de la gente común y corriente. Pero ésa es sólo una parte de la película, la otra, y quizá la más importante, es que nadie nos cuida y protege de ella.
Es como el padre de familia que lleva a sus hijos de excursión a las montañas, y a pesar de los múltiples peligros y riesgos que existen en el entorno, el padre da seguridad y confianza. Muestra capacidad de proteger y responder con firmeza ante lo imprevisto.
Si los hijos le tienen confianza a su papá, podrán caminar con seguridad y dormir tranquilos, aunque pasen una noche en casa de campaña.
Algo similar puede acontecer cuando se habla de la inseguridad que vivimos: falta que nos ofrezcan más seguridad quienes se supone nos deben proteger de los peligros.
Si las autoridades nos despojan de las armas para defendernos, nos impiden hacer justicia por nuestras propias manos y además no cumplen con su tarea de cuidarnos, entonces estamos a merced de la inseguridad.
Cuando los gobiernos se comportan en forma paternalista, entonces el pueblo no es capaz de defenderse por sí mismo. Y no tiene otra opción que esperar a que las autoridades hagan bien su trabajo.
Peor aún cuando se pierde la confianza y la fe en un Gobierno que ya no puede ni tiene la capacidad de cumplir bien con su tarea, porque en vez de disminuir los peligros, aumentan, ocasionando más miedo en la población.
Si el Ejército y la Policía de cualquier denominación, ya se ven superados por unos cuantos sicarios bien organizados, y no tenemos ni la capacidad de investigar y dar con los asesinos de tanta gente que aparece muerta todos los días, el miedo sigue creciendo sin que la esperanza por un cambio nos dé confianza.
La gente sentimos impotencia, incertidumbre, una desesperación por no saber cómo afrontar una realidad que nos rebasa día a día.
Parece que estamos destinados a esperar, a quedarnos quietos y a no saber a quién o a dónde acudir para buscar protección y superar el miedo.
El pueblo no tiene mucha paciencia; el miedo, decimos, “no anda en burro”, así que más vale apresurar el remedio y ayudar a que el pueblo sea también capaz de manejarlo sin que sea el Gobierno la única esperanza y solución.
Un pueblo maduro maneja sus propios temores.
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