Jalisco

El cuervo

Para cubrir su crimen quiso suicidarse

El incesante olor y sabor a cannabis, aunado a la inhalación de un alcaloide con un toque de líquido impregnado en una estopa, mezclada con una severa discusión “familiar”, fue la el detonante para que un joven de 24 años de edad, cegado por la ira, asesinara a su madre.   

Los regaños constantes por la progenitora realizados hacia su vástago por el mal uso de drogas, se fueron acumulando hasta que llegó el día en que “el joven” no los escuchara más, pues él la mató.

Apenas el pasado viernes 23 de los presentes, policías y bomberos atendían un reporte, de los constantes que se registran en un día cotidiano, en el que indicaban que una casa se estaba incendiando, y que en su interior estaban dos personas.

Tras los reportes, en los que vecinos de la vivienda en llamas se escuchaban angustiados, los rescatistas acudieron lo más pronto posible.

Al principio, en el cruce de las calles José Acosta y Malecón, en la colonia El Bethel, en el municipio de Guadalajara, todo era caos y confusión: colonos de la zona no daban crédito a lo sucedido.

Uniformados tapatíos y “tragahumo” trabajaron de manera coordinada para sofocar el fuego de la finca marcada con el número 4239, de la calles José Acosta.

Se necesitó la ayuda de casi 10 mil litros de agua para apagar el siniestro y lograr rescatar a un joven de nombre Juan Meza Gutiérrez. Rato después los rescatistas extrajeron de la finca el cadáver de una mujer: la madre de Meza Gutiérrez.

Al inicio, vecinos sospechaban de un accidente, pero conforme se fueron desarrollando las versiones de autoridades se confirmó lo que nadie se imaginaría: un homicidio y un incendio provocado.

Al momento de ser sacado de la finca, aún caliente por el ardor de las llamas, el joven de 24 años
tuvo que declarar y afirmar sus fechorías.

“Yo la maté desde el miércoles, pero no sabía cómo suicidarme. Ella siempre me reclamaba por drogarme, no aguante más y la maté desde el miércoles. Por eso quemé la casa para morirme con ella. Es más, allá adentro dejé una carta escrita”, increpó Meza Gutiérrez, ante las autoridades.

Atónitos, vecinos de doña María del Refugio Gutiérrez Delgadillo, de 50 años de edad, observaban al joven, que aquel día terminó sin camisa, con una mirada de rabia y agresividad a la vista.

En un principio, los uniformados y bomberos municipales creían haber salvado a una víctima inocente y, a su vez, se lamentaban por no haber logrado rescatar con vida a una mujer de 50 años.

Sin embargo, conforme fueron avanzando los minutos se percataron que la fallecida había sido asesinada desde días atrás por su propio hijo, y el muchacho rescatado era el autor material e intelectual de tan atroces hechos.

Juan Meza, confesó a sangre fría que él asesinó a su madre la noche del pasado miércoles 21, debido a un reclamo de su progenitora porque se “había metido alcaloides en la nariz”.

Tras los embates verbales de la mujer de medio siglo de vida, el hijo no soportó más, tomó un cuchillo y la apuñaló en varias ocasiones en cuello y tórax hasta que dejó de existir.

Tuvieron que pasar más de 48 horas para que la sociedad en general se percatara de la acción tan condenada que el vástago efectuó contra la mujer que le dio la vida.

Mientras oficiales y rescatistas realizaban su respectivo trabajo, al lugar, de tan lamentable acontecimiento, arribaron familiares de ambos, quienes aún sin saber de lo sucedido con exactitud reclamaban al ser supremo la acción en la que “supuestamente” habría perdido la vida la progenitora de ellos, así como de una ligera intoxicación del joven.

Tras extinguirse la conflagración, también se extinguió aquella ilusión de pasar un fin de semana en familia, como los de siempre: abuela, hijos, yernos, nueras y nietos en general.

Ahora, en la vivienda sólo se respira tristeza, ira, angustia y rabia, sentimientos que, ante la sociedad, son calificados como de maldad.

La vida de la “cabeza” de familia terminó, al igual que las reuniones entre parientes. Mientras tanto, aquel sobreviviente del incendio ahora se encuentra encerrado en la cárcel, enjaulado como un cuervo.
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