Jalisco
Dos imágenes; retratos de familia
El padre sonríe orgulloso; el niño porta el arma como un trofeo, también está orgulloso
Segunda imagen: es domingo de Pascua y el mercado de Chapala está a reventar. El Sol cae a plomo, recto; es la hora y la época en que los hombres pierden su sombra. En la puerta del mercado se arremolinan turistas y lugareños que entran y salen sin orden, en medio de canastos de pan, pitayas, guamúchiles, camote del cerro y nopales. A los lados se extienden los puestos de carnitas, tacos dorados, pollos rostizados, las fondas menuderas. Unos quieren vender lo suyo; otros quieren matar el hambre matutina o prevenir la vespertina. En medio de todos está el globero. Son dos macizos de inflables: los globos metálicos, rellenos de helio luchan por escapar del amarradijo del palo central que los detiene a todos, y los inflables de plástico, ideales para jugar en la alberca o el lago, según se prefiera. Entre estos últimos hay todo tipo de figuras: peces, sirenitas, ballenas, delfines, los imprescindibles patos, venados, conejos... por encima de todos sobresale un rifle de asalto, también inflable. No es el “tradicional” cuerno de chivo, pues no tiene el característico cargador curvo que le dio el apodo al fusil ruso AK-47, pero es un fusil largo. El inflable mide unos setenta centímetros, la boquilla está en la parte de atrás y su decoración no podía ser más significativa: la parte trasera son barras rojas y blancas; la parte delantera son estrellas blancas sobre fondo azul.
Siempre han existido los rifles y las pistolas de juguete, esa no es la novedad. Desde que aparecieron en escena “los gomeros”, antecesores de los capos de hoy, hay una sub-cultura del narco terriblemente asociada a la violencia, como lo muestra la imagen de Benjamín Arellano y su cachorro. La imagen del rifle inflable con la bandera estadounidense es otra cosa: es la apropiación de la violencia como elemento de la vida cotidiana. Es nuestro peor retrato de familia.
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