Jalisco
—Don Samuel
Entre los beneficios tangibles que dejó, se contaron las acciones y compromisos del Gobierno federal a favor de las comunidades indígenas
Don Samuel Ruiz, “Tatik” (padre, en lengua tzotzil), cumplió ayer, a los 86 años, su ciclo en este mundo. Lo hizo dignamente: dejando honda huella de su paso, por su compromiso con sus semejantes y su congruencia con sus convicciones. Don Samuel no se limitó a predicar el amor al prójimo: se consagró a vivir esa doctrina.
—II—
Don Samuel se hubiera llevado a la tumba la satisfacción del deber cumplido, aun sin convertirse en la figura mediática que fue, merced a las circunstancias, en los años del movimiento armado que irrumpió en 1994 en Chiapas. Durante los 40 años de su ministerio como obispo de San Cristóbal de las Casas, Ruiz García, identificado plenamente con el movimiento eclesiástico genéricamente denominado “opción preferencial por los pobres” y con la llamada Teología de la Liberación (en puntual concordancia con la esencia del mensaje evangélico), dedicó sus afanes a la promoción de los mexicanos —sus hermanos— más explotados y más desprotegidos: los indígenas. Sin embargo, el alzamiento de 1994 contribuyó a darle proyección nacional e internacional a su figura y, sobre todo, a su filosofía. La “guerra” declarada por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional degeneró, felizmente, en una guerra verbal. Entre los beneficios tangibles que dejó, se contaron las acciones y compromisos del Gobierno federal —imposibilitado para reaccionar a la supuesta provocación con un brutal golpe de fuerza— a favor de las comunidades indígenas. Contribuyeron a ello la promoción internacional que suscitó el levantamiento, merced al carisma y al verbo del “Subcomandante Marcos”, desde luego, pero también a la respetabilidad, la claridad de miras y la consistencia ideológica de los integrantes de la Comisión Nacional de Intermediación. Don Samuel fue, sin duda, aun sin proponérselo, la piedra angular de dicha Comisión.
—III—
Más reconocido —paradójicamente, se diría— desde afuera que desde dentro de la Iglesia (se decía que su activismo, por coyuntural que fuera, fue una piedra en el zapato del Papa Juan Pablo II), es probable que Ruiz García, dentro de su modestia —una de las formas más perfectas de la sabiduría—, hubiera dispuesto el texto de la lápida que cubrirá sus restos... Con su nombre (Samuel Ruiz García), todo estaría dicho. Con eso sería más que suficiente para que el lector avisado captara la síntesis de la biografía correspondiente: “Vivió para hacer el bien”.
Síguenos en