Jalisco
Diputados espectaculares
Los “representantes populares” responden única y exclusivamente a los intereses del partido
¿Usted sabe quién es su diputado, cómo se llama, de qué partido es? Más aún: ¿Le importa? ¿Alguna vez lo ha visto o saludado? ¿Le ha dado explicaciones de por qué votó de tal o cual manera? Lo más seguro es que no, que esta sea una de las 10 mil cosas que le importan un pepino y de las que prefiere no estar enterado.
Y hay razones para no enterarse. Dice el adagio popular que uno no se debe enterar jamás de dos cosas: cómo se hacen las salchichas y como se hacen las leyes, pues el asco que provocan ambas cosas puede tener consecuencias fatales. No hay manera que después de enterarse de ambas cosas uno no termine siendo vegetariano y/o abstencionista. Así es: el proceso legislativo es tan desaseado como el de la producción de embutidos y se requiere un estómago muy duro para regresar a los hot dogs o a las urnas después de semejantes experiencias.
El resultado es que el aislamiento de los diputados con los electores es insuperable. Los “representantes populares” responden única y exclusivamente a los intereses del partido o, peor aún, del jeque del grupo político al que pertenezcan. Los hay un poco más finos, pero a la mayoría, como a la marionetas de pueblo, literalmente se les ven las cuerdas cuando no la cara del titiritero detrás de cada voto, cada intervención o cada toma de postura.
Pero bueno, mal que bien ya sabemos que los diputados locales representan a los grupos de interés del Estado y así lo asumimos. Lo que es novedad es que ahora no sólo “rinden informes” sino que, con la excusa de que nos informan a los ciudadanos, hacen campañas publicitarias con nuestro dinero, una nueva modalidad del mal uso de los recursos púbicos. Los señores se gastan nuestra lana en decirnos cosas que no nos interesa saber y en vendernos una imagen que no nos interesa comprar. Lo que nos podría interesar de un diputado es saber por qué votó cierta ley en tal o cuál sentido, o qué piensa de los temas legislativos que están a discusión, y muy poco más. Ni siquiera qué queremos que nos digan, qué iniciativas van a proponer porque luego creen que es a fuerza y aquello se convierte en un concurso de ocurrencias y al rato quieren legislar hasta el color de los calcetines. Ninguno de los diputados espectaculares nos informa, por ejemplo, cuál es su postura sobre el caso del auditor, qué piensan hacer con las cuentas secretas de la anterior legislatura o en qué gastó la lana de apoyo legislativa.
Lo que están haciendo los diputados espectaculares es arrancar anticipadamente sus campañas. ¿Para eso quieren más presupuesto?
Y hay razones para no enterarse. Dice el adagio popular que uno no se debe enterar jamás de dos cosas: cómo se hacen las salchichas y como se hacen las leyes, pues el asco que provocan ambas cosas puede tener consecuencias fatales. No hay manera que después de enterarse de ambas cosas uno no termine siendo vegetariano y/o abstencionista. Así es: el proceso legislativo es tan desaseado como el de la producción de embutidos y se requiere un estómago muy duro para regresar a los hot dogs o a las urnas después de semejantes experiencias.
El resultado es que el aislamiento de los diputados con los electores es insuperable. Los “representantes populares” responden única y exclusivamente a los intereses del partido o, peor aún, del jeque del grupo político al que pertenezcan. Los hay un poco más finos, pero a la mayoría, como a la marionetas de pueblo, literalmente se les ven las cuerdas cuando no la cara del titiritero detrás de cada voto, cada intervención o cada toma de postura.
Pero bueno, mal que bien ya sabemos que los diputados locales representan a los grupos de interés del Estado y así lo asumimos. Lo que es novedad es que ahora no sólo “rinden informes” sino que, con la excusa de que nos informan a los ciudadanos, hacen campañas publicitarias con nuestro dinero, una nueva modalidad del mal uso de los recursos púbicos. Los señores se gastan nuestra lana en decirnos cosas que no nos interesa saber y en vendernos una imagen que no nos interesa comprar. Lo que nos podría interesar de un diputado es saber por qué votó cierta ley en tal o cuál sentido, o qué piensa de los temas legislativos que están a discusión, y muy poco más. Ni siquiera qué queremos que nos digan, qué iniciativas van a proponer porque luego creen que es a fuerza y aquello se convierte en un concurso de ocurrencias y al rato quieren legislar hasta el color de los calcetines. Ninguno de los diputados espectaculares nos informa, por ejemplo, cuál es su postura sobre el caso del auditor, qué piensan hacer con las cuentas secretas de la anterior legislatura o en qué gastó la lana de apoyo legislativa.
Lo que están haciendo los diputados espectaculares es arrancar anticipadamente sus campañas. ¿Para eso quieren más presupuesto?
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