Jalisco
Desde la cuna, tiempo para el espacio
El astronauta Alan Shepard sería el primer estadounidense en contestar lo que fue conocida en la era de la guerra fría como la carrera del espacio
Durante el vuelo espacial, las autoridades soviéticas creyeron que había una gran probabilidad de que Gagarin no sobreviviera al descenso y decidieron promocionarlo al rango de Mayor, para honrarle su hazaña con mayor investidura.
Ya en órbita, sus primeras palabras fueron: “Puedo ver la Tierra, es muy bella. Pobladores del mundo, salvaguardemos esta belleza, no la destruyamos”.
Ciento ocho minutos después ya estaba de regreso. El período orbital duró 89:34 minutos, la altitud máxima fue de 327 kilómetros y la velocidad máxima alcanzada fue de 28 mil 260 kilómetros por hora.
Aquella mañana, Gagarin aterrizó en paracaídas en Siberia, tras salir despedido de su cápsula. Una campesina que cuidaba a su nieta y a una vaca fue la primera persona en ver la imagen del cosmonauta caer con su traje color naranja. Con toda franqueza, la anciana le preguntó: “¿Vienes del espacio exterior?” “Ciertamente, sí”, contestó Gagarin que, para calmar a la campesina, se apresuró a añadir: “Pero no se alarme, soy soviético”.
El 5 de mayo, menos de un mes después, con 15 minutos de duración y a una altura máxima de 184 kilómetros en un recorrido de 500 kilómetros, el astronauta Alan Shepard sería el primer estadounidense en contestar lo que fue conocida en la era de la guerra fría como la carrera del espacio (the space race).
Aunque con esta fecha se marca el inicio de la presencia física de la Humanidad en el espacio exterior, hacia un siglo atrás ya se viajaba allá en la mente y la imaginación literaria. El filósofo y bibliotecario ruso Nikolai Fedorov ya se refería al esfuerzo futuro de toda la Humanidad unida en la colonización del universo, como una necesidad para su crecimiento progresivo. Nuestra tarea común, le llamó. Luego, en 1865, el francés Julio Verne publicó la historia de un viaje a la Luna en dos partes: “De la Tierra a la Luna y Alrededor de la Luna”, uno de cuyos personajes está basado en el carácter del presidente Lincoln, asesinado ese mismo año.
Quizás a quien más que a nadie se le puede registrar la paternidad de la era espacial es a Konstantin Tsiolkovsky, científico teórico y discípulo de Federov. Un visionario muy adelantado a su época con sus revolucionarios diseños y predicciones sobre la astronáutica como la disciplina integradora de las ciencias exactas. Él mismo publicó una novela de ciencia-ficción: “Sueños de la Tierra y el cielo” (1895), en la que daba vida a sus visiones de colonización del sistema solar donde imaginaba colonias en órbita que giraban para producir gravedad artificial e invernaderos espaciales para producir agua, oxígeno y alimentos. Ideas brillantes que en aquel entonces eran totalmente desconocidas.
De una carta del propio Tsiolkovsky fechada de 1911: “La Tierra es la cuna de la Humanidad, pero no podemos vivir para siempre en una cuna”.
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