Jalisco

De rechazados y no admitidos

Lo primero que habría que discutir es el término “rechazados”. No es lo mismo rechazar que no admitir

Cada seis meses el tema vuelve, levanta una polvareda de tres días y desaparece. Son los “rechazados” de la UdeG, un tema tan complejo como útil para el golpeteo.

Cada año, la Universidad promete que ahora sí ampliará la matrícula. Y se aprovechan las cifras de admisión para darle una repasada a la Universidad, se la merezca o no. Es muy rentable para cualquier político o empresario en edad de declarar, aventar el caballo contra la Universidad sin darle por lo menos una pensadita a las cifras.

Lo primero que habría que discutir es el término “rechazados”. No es lo mismo rechazar que no admitir. Durante mucho tiempo, la UdeG rechazaba alumnos. Aunque hubiera cupo, no aceptaban a candidatos de algunos grupos por cuestiones ideológicas. Eso, que efectivamente sucedía en los años ochenta, ya no sucede. Lo que sí hay es un número enorme de no admitidos, personas que, por oferta y demanda, no entraron en la carrera que escogieron. 27%, es decir, más de una cuarta parte de los no admitidos, tiene que ver con el exceso de demanda de tres carreras: medicina, leyes y enfermería. En esta ciudad y en este Estado no necesitamos ni más abogados ni más médicos ni más enfermeras. ¿Es obligación del Estado y de la Universidad darles cabida a los más de dos mil estudiantes que no pudieron entrar a medicina, o a los mil que no lograron su ingreso a leyes? Por supuesto que no, sería una locura.  Esto es, siempre habrá no admitidos por exceso de demanda, pero la solución no es ampliar indiscriminadamente la oferta. Es un error pensar que facilitando la entrada a la universidad se le hace un favor a los chavos, o que por ello mejora la economía o las condiciones de vida.

Tema muy distinto es el de las preparatorias. En Jalisco, desde 1999, el Estado está obligado a otorgar educación media superior a todos los jóvenes. Esa es una responsabilidad que no se puede eludir y ahí sí se puede hablar de rechazados. Pero no todos tendrían que entrar a la UdeG. Debería haber otros sistemas igualmente laicos y gratuitos (que no se olvide ni lo uno ni lo otro), que den cabida a los jóvenes que no puedan entrar a la Universidad para estudiar la prepa.

La principal afectada de esta lógica de crecimiento desmedido ha sido la propia Universidad. No hay manera que mantenga la calidad de sus prepas si la presión por la admisión se convierte en el único criterio y la única interlocución con el Gobierno del Estado.

Decía un amigo que nada hay mejor que el sexo... excepto el monopolio. La tentación del monopolio para la UdeG es sin duda atractiva. De que el dinero se dirija a otras prepas a que ingrese al presupuesto de la Universidad, van a pelear con todo (ya lo mostraron) para que se quede con ellos, pero a un costo muy alto en la calidad educativa, no sólo de las prepas sino de la misma Universidad.

Hay que separar el tema de los no admitidos en la Universidad de los rechazados de prepas, y revisar el tema del monopolio universitario.
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