Jalisco

De “aviadores” y estorbadores

La definición tradicional de “aviador” es “una persona que cobra sin trabajar”

La definición tradicional de “aviador” es “una persona que cobra sin trabajar”. Esa definición, estaremos de acuerdo, se quedó ya en desuso. Si aplicáramos esa norma habría en los gobiernos más “aviadores” que trabajadores porque una cosa es ir y otra muy distinta es trabajar. Trabajar, lo que se llama trabajar, es otra cosa.

Bueno, sí hay un secretario en el Gobierno del Estado al que le dicen el Nini, porque ni entiende ni trabaja, pero eso no es lo que técnicamente se llama un “aviador”.
Habría pues que agregar que un “aviador” es una “persona que cobra sin trabajar ni asistir al trabajo”.

Eso se acerca más a una definición precisa: no sólo no trabaja, tampoco va. Pero de esos también hay muchos que no hacen nada, nunca se paran en la oficina, pero desempeñan una función en el sector público; dizque andan supervisando, o peor, acompañando al “juncionario” mayor. Un secretario del Ayuntamiento de Guadalajara se quejaba de que en realidad su trabajo era de aplaudidor, porque le mandaban invitaciones a cuanto evento iba el alcalde y había que estar ahí para darle ánimos al “preciso”, con lo cual no le quedaba tiempo ni de trabajar ni de asistir a la oficina para que, por lo menos, otros creyeran que sí trabajaba.

Si queremos entender lo que es hoy en día un “aviador” hay que darle otra vuelta a la tuerca. Hoy un “aviador” es una “persona que cobra sin trabajar ni asistir al trabajo y encima ni siquiera le aplaude al jefe ni se cuenta con él para llenar auditorios”. Eso sí es descaro. Lo demás es burocracia.

La denuncia sobre “aviadores” que hace el diputado Héctor Álvarez es, sin duda, valiosa. Se animó a tocar un tema que es tabú entre los funcionarios públicos. Entre tahúres no se leen las cartas y entre poderes no se cuentan los “aviadores”. Parte de la mal entendida independencia de los poderes es la capacidad para hacer corruptelas sin que nadie se meta.

 En este sentido, la denuncia del diputado es importantísima, pero se queda en la nata y no profundiza la verdadera crisis del sector público, que es cómo ha crecido la burocracia. Los “aviadores” no son lo peor sino sólo los que dan más coraje. Pero, peor que los “aviadores” son los estorbadores, aquellos burócratas que sí van a la oficina y que además quieren hacerse sentir poniendo trabas a cada trámite porque ésa, y no otra, es su función.

Según las estimaciones del propio diputado, por cierto muy poco científicas, los “aviadores” de todos los niveles y poderes le cuestan al Estado unos 720 millones de pesos al año. Vamos a suponer que sea cierto, pero nomás suponer porque sus cálculos son puras suposiciones.

La pregunta de fondo es cuánto nos cuestan los que “sí trabajan”. Cuánto cuestan en días laborables los permisos atorados, los excesos de papeleo, la falta de claridad, los dobles o triples trámites, etcétera. El día que sepamos cuánto nos cuestan los estorbadores nos vamos a ir para atrás porque allí está la gran traba de la productividad del Estado.
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