Jalisco
Cuestión de fondo
En el lodo de la vida política nacional (lodo en el que nadamos todos) comienza a haber una claridad simple, una certeza común
¿Cuándo, en otros tiempos, me creerían si publico que encontraron en algún municipio una narcofosa con un centenar de cadáveres sin nombre, o que podemos hablar ya de 40 mil muertos?
Mientras tanto, el Presidente de la República, comandante en jefe del desastre, se atreve a decir desde su incompetente miedo que Juanelo Sicilia no es uno más, no es un muerto más.
¿Los otros qué eran entonces, perros? ¿La sangre que corre no es la misma? No lo es.
A Diego Fernández lo buscan por los confines del mundo, por entre piedras y zacatales, mientras que a los miles de migrantes descobijados, sometidos, pauperizados, despojados incluso de su dignidad y bajo tierra con sus mujeres violadas, no los busca nadie, no los menciona nadie, son una incómoda realidad que se borra con las nacaradas plumas de los secretarios que cobran cheques cuyos unos y ceros ajustarían apenas para contar las víctimas.
Sin embargo, en el lodo de la vida política nacional (lodo en el que nadamos todos) comienza a haber una claridad simple, una certeza común. Sabemos algo.
Estamos, todos y cada uno de nosotros, hartos. Claro que no nos ponemos de acuerdo en qué quiere decir esto y a quién decírselo. Calderón pide que se lo digamos a los criminales, pero en qué momento a la ciudadanía nos corresponde ir a decirle a los que están fuera de la ley que ya nos hartaron.
Calderón pide que se lo digamos a los políticos corruptos, malos y cobardes (lo dice mientras solapa a los culpables del crimen de la Guardería ABC y a la Maestra Gordillo), pero, ¿no son ellos sus subordinados?, ¿cuál es su responsabilidad al no poder poner en el redil de su estrategia a los gobernadores de los estados?
Estamos hartos, muy bien… ¿De qué nos hartamos, y ahora qué hacemos?
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