Jalisco

—Cuento

Se trata de acciones concretas, y no de palabrería hueca

Va de cuento...
En los tiempos pretéritos, cuando —según decían las abuelas, sentenciosas— “amarraban a los perros con longaniza y no se la comían”, la sicosis por la inseguridad en el Distrito Federal llevó al célebre regente (aún no se inventaba la figura del jefe de Gobierno) Ernesto P. Uruchurtu a sacarse un ucase (mandato gubernativo tajante y tiránico) de la manga: dispuso una hora de cierre obligatorio de bares y restaurantes: la una de la mañana. Cuando aún estaba vigente esa disposición, algún excelente epigramista —Tomás Perrín, probablemente— le dedicó, con motivo del Día de Muertos, esta ingeniosa “calavera”: “Al panteón llegó el regente / y dio orden terminante: / ‘Que nadie espante gente / ...de la una en adelante’”.

—II—

En los tiempos presentes, cuando —según afirman los abuelos, socarrones— “hacen longaniza de perro... y nosotros nos la comemos” (y aún decimos que “¡ojalá sea de perro!”), los alcaldes de sendos municipios conurbados con esta Guadalajara de todos nuestros pecados, ya anunciaron, precipitadamente, las primeras medidas orientadas a reducir los índices de inseguridad, que a últimas fechas se han vuelto alarmantes: en Zapopan, el cabildo en pleno dispuso, primero, hacer obligatoria la instalación de equipo de vigilancia y video en ciertos “antros”, bares y restaurantes en que la divisa parece haber sido “fusilada” a José Alfredo Jiménez (“No vale nada la vida: la vida no vale nada...”), y, segundo, restringir —como Uruchurtu en su tiempo— los horarios de operación de los llamados “giros negros” o (dizque) “controlados”: nada de que, sin más trámite que notificar a la autoridad y pagar, por concepto de “horas extra”, una cuota preestablecida en los reglamentos municipales, pueden pasarse por lo que arqueólogos y urbanistas denominan “el arco del triunfo”, las disposiciones legales vigentes.

—III—

Como quiera, se trata de acciones concretas, y no —salvo que el tiempo pruebe lo contrario— de palabrería hueca... Se trata de medidas que comenzarán a aplicarse de inmediato, y no de buenas intenciones que, según la historia se ha encargado de demostrar, a rareza pasan de ahí.
Ya se verá, con el tiempo y el ganchito consabido, si la pachorra —o la venalidad... o las dos cosas— de las autoridades no redundan en que se aflojen las clavijas que por ahora aquéllas parecen dispuestas a apretar, y en que se les salgan del huacal las gallinas que han nacido y crecido silvestremente, como las de rancho.

JAIME GARCÍA ELÍAS / Periodista y conductor radiofónico.
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