Jalisco
—''Cortesía''
Hay algo insostenible: la aseveración de las autoridades locales, de que los 78 millones que se “invierten” en esa mojiganga, son una “cortesía” del Gobierno federal
Es probable que la historia en tres capítulos (hoy, mañana y pasado) que contarán las marionetas gigantes que estos días han desplazado a Emilio, Raúl y Lorena como los protagonistas por antonomasia de la vida tapatía, resulte fascinante. Es probable que el espectáculo que escenificarán en las calles de la ciudad sea, en efecto, “de Primer Mundo”. Es probable, asimismo, que se trate de una oportunidad irrepetible (como también, por ejemplo, el próximo “concierto” con la Banda del Recodo y la Filarmónica de Jalisco en el Auditorio Telmex) de suscitar las envidias de los habitantes de miles de rancherías, pueblos y ciudades en el mundo, que ya la quisieran para un día de fiesta. Es probable (de hecho, es improbable... pero dejémoslo así, a beneficio de inventario) que, a la hora del balance, los tapatíos que asistan a las escenificaciones callejeras sean mayoría con respecto a los que van a fastidiarse a consecuencia de las previsibles afectaciones al tráfico citadino, ya de por sí caótico.
En cambio, hay algo insostenible: la aseveración de las autoridades locales, de que los 78 millones que se “invierten” en esa mojiganga, son una “cortesía” del Gobierno federal.
—II—
Convendría, no por ser ingratos, sí por tratar de ser justos, puntualizar: el Gobierno, cualquiera que sea, no regala nada a los ciudadanos: ni puentes atirantados, ni carreteras, ni despensas a los damnificados por un desastre...
El Gobierno administra: ordena, dispone, maneja la hacienda pública. Y si de ordenar —en el sentido de poner en orden— se trata, ese ejercicio implica, teóricamente, jerarquizar prioridades. Y si aun en la economía doméstica el sentido común ordena —en el sentido de mandar— dar prioridad a lo necesario sobre lo útil y a lo útil sobre lo superfluo, ni siquiera se necesita ser inteligente para entender que el común de los mandantes (es decir, los ciudadanos) sólo puede calificar como un dispendio ofensivo, y no como una cortesía o un gesto de magnanimidad por la que aún se les deben dar las gracias, el capricho de los mandatarios (los elegidos para ejecutar el mandato) de gastarse algunos de los miles de millones de pesos que “no hay” para atender necesidades básicas de la población (salud, seguridad, educación...) en vaciladas como los monigotes gigantes.
—III—
¿Quién dijo que los tiranos se reconocen en que esperan incienso por lo que, en justicia, merecería la guillotina...?
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