Jalisco
Contaminación: el caso de unos puentes
Para el ciudadano resulta difícil establecer vínculos sólidos y constructivos con una ciudad que le está diciendo que le importa un pito su armonía, su equilibrio, su serenidad
La cosa funciona de manera bastante sencilla: una calle con construcciones discretas (que ya es pedir bastante) y dos hileras de árboles sanos provoca en quien la ve y la transita una sensación de orden y respeto. La misma calle, con construcciones desfiguradas, árboles destrozados o talados y anuncios espectaculares (y de los otros) genera en el usuario una reacción de rechazo y alejamiento. Multiplicando estas posibilidades por cientos o por miles se obtienen buenas o malas ciudades.
Y a Guadalajara hemos permitido, en muchas de sus áreas y calles, que nos la conviertan en una mala ciudad. Sacando cuentas, ¿quién gana? Muy pocos: los que venden los anuncios, los fabricantes, los anunciantes (supuestamente), los señores que rentan el espacio para poner las estramancias. Los ayuntamientos cobran una miseria por permitir tal cosa. Y, además, hay una gran cantidad de irregularidades. ¿Y quién pierde? Todos los habitantes de la ciudad. Aparte, el fenómeno de la contaminación visual opera como la gangrena.
En este contexto, sorprende muy desagradablemente lo que está pasando con unos puentes peatonales sobre López Mateos: dos a la altura de Loma Bonita y dos a la altura de Las Fuentes. Se trata de estructuras que fueron construidas por el Gobierno del Estado y pagadas con el dinero de todos. Inopinadamente, les han montado unas enormes mamparas para poner anuncios encima de ellas. Los puentes están en dos de los tramos mejor arbolados y más dignos de la avenida. Obviamente, de persistir la intención anunciadora, el arbolado va a sufrir graves daños, como ha sucedido en muchas partes de la ciudad y en la propia López Mateos.
¿Por qué unos puentes que ya están pagados con el dinero de todos tienen que “producir” otro dinero con su transformación en adefesios urbanos publicitarios? ¿Para qué es ese dinero? ¿De dónde salió la idea, a quién beneficia? Porque lo que es bien claro es que a quien definitivamente perjudica es a toda la comunidad, que es la dueña de calles, árboles, perspectivas.
Es indispensable preservar la dignidad de la ciudad. Sin ese mínimo sustento de decoro y reconocimiento se destruye la posibilidad del establecimiento de un vínculo afectivo entre la urbe y sus habitantes. Es necesario defender cada calle, cada perspectiva, cada árbol. Y, además, buscar que todo lo que se haga –como los puentes citados– contribuya a mejorar las condiciones de habitabilidad y armonía de los contextos. En toda la ciudad, en toda la zona metropolitana.
jpalomar@informador.com.mx
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