Jalisco

Concreto tapatío, vapuleado por las lluvias

La calle Fuelle a su cruce es una de las vialidades que mayores afectaciones presenta

GUADALAJARA, JALISCO (13/JUL/2012).- Mirar de frente y con atención, por el parabrisas, resulta insuficiente e inútil. Indudablemente las llantas entrarán en uno, o dos, o muchos más de los inmensos baches que aguardan, pacientes, el arribo del próximo automovilista que transita por las calles de la Perla Tapatía.

Da igual si es una calle privada o una avenida concurrida. El constante paso de las moles de acero, y el alimento vitaminado que las aguas de lluvia del temporal conceden al asfalto metropolitano, alimentan las cada vez más grandes fracturas de la carpeta de rodamiento en la ciudad.

La llave entra en la ranura de encendido y el motor del auto ruge cuando ésta gira, aunque con miedo, por el futuro incierto que le depara a su suspensión. El recorrido inicial sobre la Calzada Lázaro Cárdenas, desde la calle Roble y rumbo a la carretera a Chapala, es relativamente simple sobre la —no obstante, imperfecta— llamada “vía rápida”.

El destino: Fuelle. Tal es una de las vialidades que mayores reportes de afectación recibe este medio, y que a decir de los lectores requiere intervención inmediata. El panorama al acercarse a esa calle involucra a no pocos vehículos de carga, y el acostumbrado paso de unidades del transporte público.

“Por eso están las calles como están”, expone un empleado de una refresquera próxima al lugar, quien pide no ventilar su nombre. Desde su óptica, el actuar de las autoridades en ese sitio es ineficiente, pues al ser paso obligado de tráilers de carga, el asfalto constantemente se estropeará, lo que “les traería a vuelta y vuelta”: una tarea poco atractiva, asegura, para quienes se hallan en la función pública.  

El recorrido es, ciertamente, accidentado. Los que antes eran baches, y hoy tienen condición de pozos, guardan distancia prudente entre sí, animando al dueño del volante a profesionalizar su control sobre el mismo, en aras de eludirlos y dar más vida a la unidad que lo ayuda a trasladarse por la ciudad.

Tráfico constante, semáforos en rojo a cada calle recorrida, accidentes ocasionales, patrullas o ambulancias que demandan paso inmediato al hacer sonar sus sirenas, son parte del obligado padecer diario del automovilista metropolitano. Pero es el temporal de lluvias y los baches que éste provoca lo que, indudablemente, mayor molestia genera al ciudadano.

Un recorrido por la colonia San Andrés, otra de las zonas que mayores quejas tiene entre los lectores de esta casa editorial, permite descubrir la “indiferencia” de la autoridad municipal. Los vecinos gritan al paso del vehículo con logos, y le obligan a frenarse para  constatar la afectación a sus calles.

 “Mira nomás, cómo nos tienen. El SIAPA (Sistema Intermunicipal de Agua Potable y Alcantarillado) vino a reparar unas tuberías, y ya son dos meses y el Ayuntamiento no viene a taparlas”, dice doña Socorro, quien habita una modesta finca de la calle Aldama, que se caracteriza por los canales de tierra en el centro que acumulan por igual basura y agua pluvial.

Para la señora, y otros tantos vecinos que demandan hacerse escuchar, la desatención es sólo una prueba más de que Guadalajara “se divide en dos” a partir de la Calzada Independencia… aunque ciertamente, la “temporada de baches” no distingue límite territorial alguno.

EL INFORMADOR / ISAACK DE LOZA
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