Jalisco

Con el futuro en ruinas

En México, gracias a la nueva abundancia petrolera que ya nos hacía sentir primermundistas en esos años, aquí se decidió seguir también con esta moda educativa

Una parte de la historia de nuestro país, que lamentablemente ha sido olvidada, es el hecho de que México contó alguna vez con una base de lanzamiento de cohetes y con un programa espacial propios que merecieron el reconocimiento internacional en su día. En 1957, se inició un programa experimental de lanzamiento de cohetes. Después de varios intentos fallidos, justo el 28 de diciembre tuvo lugar el primer lanzamiento exitoso. Desapercibidamente, desde ese Día de los Inocentes se han cumplido 54 años de cuando México se inició por los caminos del espacio, habiendo dado únicamente sus primeros pasos.

Durante los años de la Guerra Fría (especialmente en la carrera hacía la conquista del espacio exterior), las potencias mundiales reconocieron que la educación básica que sus poblaciones recibían en ciencia y tecnología iba a determinar el resultado de sus confrontaciones, tanto bélicas, como económicas. Por esto fomentaron ampliamente el establecimiento de centros de divulgación científica y tecnológica que motivaran las vocaciones hacia las carreras científicas y técnicas, para así fortalecer sus cuadros profesionales productivos y bélicos.

Mientras tanto, en México, gracias a la nueva abundancia petrolera que ya nos hacía sentir primermundistas en esos años, aquí se decidió seguir también con esta moda educativa. Se decidió establecer varios centros regionales de divulgación científica y se determinó que éstos deberían estar dotados de la más reciente tecnología de exhibición con el tema “astronomía y conquista espacial”. Así, súbitamente aparecieron (como bajados del cielo) planetarios en Monterrey (1978), Villahermosa (1981), Tijuana (1982), Guadalajara (1982) y Puebla (1985).

El corazón de cada proyecto consistía en un diseño común: el multiteatro domo que unía dos tecnologías entonces de punta como la proyección de la bóveda celeste (las galaxias, las estrellas y los planetas)y la más avanzada proyección de cine (el sistema Omnimax presentado en la exposición mundial de Japón) sobre una gran pantalla esférica que envolvía a los espectadores introduciéndolos físicamente en una asombrosa realidad virtual. Entonces, contar con estos dos aparatos juntos simbolizaba estar en la cresta de la última moda en la divulgación y socialización de la ciencia y la tecnología. Era el sueño del éxito y la envidia de quienes aspiraban estar a la vanguardia.

En tanto, el planetario regiomontano fue esplendorosamente auspiciado por la pronta iniciativa privada del Grupo Empresarial Alfa. En el Sureste nacional se detonó con el suyo la futurización urbana y económica de Tabasco 2000 en la capital estatal, Villahermosa. En Puebla se fortaleció el turismo hacia los heroicos Fuertes, custodios de la ciudad, acoplando su orgulloso pasado histórico con las tentaciones del futuro promisorio. El exitoso Centro Cultural Tijuana se volvió el principal motor de una nueva identidad cultural honrosa frente a la acostumbrada imagen decrépita en nuestra frontera con los Estados Unidos (San Diego, colindante, fue la ciudad inaugural de estos centros). Realmente estuvimos al tú por tú con el vecino del Norte.

El caso de Guadalajara fue muy distinto. Digamos agridulce. Por un lado, el edificio de nuestro planetario fue el más elaborado entre los cinco congéneres. Haber vivido sus amplios espacios interiores (inéditos en la ciudad, pues sólo la Catedral se le acercaba a ello entonces) y la proyección sobre la pantalla esférica de estrellas móviles (y fotografías cósmicas) provocaron inolvidables y asombrosas experiencias en niños y jóvenes que lo visitaron a lo largo de varios años escolares.

No obstante, nuestro planetario también se ha distinguido por ser el único que nunca fue dotado plenamente de su equipo técnico de visualización. Hubo diversas explicaciones de por qué el proyector Omnimax nunca llegó (o si llegó, nunca se desempacó). Así fue que entonces solamente llegamos a medias al club de los desarrollados.

Este mes cumpliría los 29 años el Planetario de Guadalajara. Varias versiones fijan el día preciso de su inauguración en el 28 del presente. También Día de los Inocentes. Sin embargo, por razones obvias se había promovido celebrarlo el día 18. Seguramente se quería evitar la impresión equivocada.

Con su casi treintena, nuestro centro de ciencia y tecnología ya no suspira ni por entrar a las ligas menores. Más bien parece que ya perdió el último vuelo de la época. Así es la suerte cuando la obsolescencia nos rebasa; y la voluntad no alcanza mucho, se desvanece. Su futuro nunca llegó y se hizo ruinas antes de tiempo.
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