Jalisco

—''Cododuro''

Las aportaciones más exiguas, en las colectas de dinero a beneficio de damnificados por desastres naturales, proceden de Guadalajara

Lo platicaban como chiste: un rótulo en una miscelánea ofrecía: “Se enmican distintivos de la Cruz Roja”... Sucede en la realidad: los directivos de la Cruz Roja deploran la tacañería (no se suscriben abiertamente al vocablo; prefieren  un conato de eufemismo: “La colaboración de la ciudadanía es escasa”) de los tapatíos. La contrastan con la generosidad de los alteños: éstos aportan, en promedio, hasta 13 pesos anuales a la institución; en Guadalajara y anexas, el promedio —dicen—... no llega a un peso.

—II—

El lugar común, para efecto de los chascarrillos, colocaba a los regiomontanos como modelo de cicatería. Verbigracia, una supuesta noticia: “Seis regiomontanos se metieron al río. Apostaron a que pagaría la cuenta en el restaurante el primero que saliera a respirar. Se han encontrado tres cadáveres. Seguiremos informando...”.

En la práctica, Guadalajara, genéricamente, se llevaba las palmas. Botón de muestra: las aportaciones más exiguas, en las colectas de dinero a beneficio de damnificados por desastres naturales, procedían de Guadalajara. (La única excepción se daba cuando se pedía “ropa usada en buen estado” para los “hermanos en desgracia”; había la malévola hipótesis de que los tapatíos aprovechaban esa coyuntura, no tanto para ejercer la solidaridad o la generosidad cristiana, sino para desentilichar el guardarropa... y, de paso, ponerle una estrellita en la frente, aunque fuera de oropel, a la conciencia).

—III—

En todo caso, los dirigentes de la Cruz Roja podrían hacer un honesto examen de conciencia; podrían recoger las experiencias —dramáticas algunas, respetables todas— de personas que solicitan atención médica de urgencia, y quedaron insatisfechas por la demora, el condicionamiento al pago de una “cuota de recuperación” o la escasa calidad de los mismos. Podrían replantear sus estrategias: primero, de comunicación, para convencer al ciudadano de que su colaboración es vital para que la institución esté en aptitud de seguir realizando la abnegada, generosa, altruista misión que la anima; segundo, para difundir sus necesidades y concienciar (no “concientizar”, como erróneamente se dice) a la población acerca del tamaño del granito de arena que cada cuál debe aportar para apoyarla; tercero, diseñar una estrategia que haga más eficaz la colecta misma.

Preocuparse por mejorar la calidad y calidez de los servicios (acrecentar, pues, los motivos para la gratitud) debería ser el primer paso, antes de echar en cara a los tapatíos su pichicatería... aunque el reproche —justo, por lo demás— se diluya en la saliva endulzada de los eufemismos.
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