Jalisco

Ciudad tolerante, pero sin dinero

Y el dinero, como dice la canción, no es la vida, no compra la felicidad, pero mucho ayuda a conseguirla

El Área Metropolitana de Guadalajara es una ciudad enorme y tolerante, pero pasan los años y mientras más habitantes tiene, menos recursos económicos administra. En otras palabras, es una ciudad grande, cosmopolita dirían los más optimistas, pero con poco dinero. Y el dinero, como dice la canción, no es la vida, no compra la felicidad, pero mucho ayuda a conseguirla.

Todos juntos, los presupuestos anuales de Guadalajara, Zapopan, Tlaquepaque, Tonalá y Tlajomulco, muy apenas dan para pagar la burocracia, algunas obras de infraestructura y mantener los servicios básicos que el municipio está obligado a garantizar a sus habitantes. Son alrededor de 12 mil millones de pesos que si se estiran y administran bien, apenas dan para agradecer que las cosas no estén peor... y esas cosas son los pavimentos, el alumbrado público, la recolección y disposición de basura, la garantía de seguridad que ofrecen los policías, el transporte público, en fin, los servicios básicos. Y debe subrayarse que 12 mil millones contrastan con los 70 mil millones que este año ejercerá el Gobierno del Estado, porque siete de cada 10 jaliscienses viven en esta urbe, si no es que más.

Y ya que se menciona a los optimistas cuando se habla del cosmopolitismo, también debe citarse a los pesimistas cuando se hace referencia a la calificación internacional de la ciudad.

Tales consideraciones se justifican cuando se analiza una evaluación internacional de “ciudades verdes” que ubica a Guadalajara, es decir al área metropolitana en su totalidad, como la última entre 17 urbes de América Latina, en temas como movilidad, medio ambiente, gobierno y disponibilidad de recursos no renovables.

La “buena noticia” es que Guadalajara sea considerada para recibir una calificación entre otras 16 ciudades del subcontinente. O sea, está en el mapa, y eso ya es alimento para la vanidad, porque de todo México sólo se tomaron en cuenta, también, al Distrito Federal, Puebla y Monterrey; dejaron de lado a ciudades pujantes y atractivas como Mérida, Aguascalientes, San Luis Potosí, Morelia, Pachuca y otras tantas que quizá por ser más pequeñas, quizá porque están afectadas por una lacerante imagen de inseguridad, no reciben el mismo trato, aunque bien pudieran justificarlo.

En contraparte, la mala nueva es que esta ciudad, en estos aspectos, retrocede en lugar de avanzar.

Es un hecho que el Gobierno estatal todavía promueve con energía la imagen de Jalisco-Estado como el polo de desarrollo y prosperidad al que debe apostársele, cuando en realidad, la apuesta mundial es por las ciudades. La “marca” que en el futuro inmediato se defenderá y cultivará es la de la ciudad; hay retraso evidente en este objetivo cuando los actuales alcaldes cultivan los desencuentros y sus proyectos particulares en lugar de seguir líneas generales de crecimiento. Cierran la puerta al futuro para sus gobernados.

Pero la ciudad también es tolerante (“condición que permite que un organismo conviva con parásitos sin sufrir daños graves”, dice el diccionario), aunque si persiste en ello, no lo será por mucho.
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